Solo me queda el corazón. Palabras ya no me bastan. Sobra el pensamiento. Solo me queda el corazón, más grande, cada vez más amargo y más sediento. Hablo con él, le digo: ten cuidado, te has lastimado muchas veces. Pero yo bien sé que me puede y que se crece con cada asombro y cada desaliento. He nacido con él y no hago nada por emerger en otro clima. Pendo como la luna más desamparada en un vaivén de luces y de vientos. Voy buscando señales en los ojos, en las calles aparco mi desvelo, me arrimo por las sombras de otras voces y cuelgo mi pregunta en los aleros.
Cuando llega una tarde como éstas, una tarde sin prisa ni deseos, una tarde de pena, una de tantas tardes oscuras del aburrimiento puedo oírle mejor. Late despacio, tremendamente solitario. Puedo sentir el corazón en cada vena, está casi en la punta de los dedos. Casi puede romperse de tan frágil, de tan crecido casi se escapa. Quepo mejor yo en él que en mí cabe el latido… ¡Le viene grande el corazón al cuerpo!