Levantara un ara en cada esquina
para adornar los compromisos
e intuyera las señas del amor
antes de llevar las intenciones
al preciado cantil de los recuerdos.
Me disculpan las sombras fantasmales
y el reguero de tus densos ojos
escarcha mis refugios
con sueños redivivos.
Te persigo, y recojo en tus silencios
las palabras que oculta mi sien desconcertante.
Luego, cuando secan las lágrimas del tiempo,
caminamos
tras la sesgada espera que reposa
en los desvelos perspicaces
que fueron desluciendo la lujuria.
©2008, autor: Guillermo Cuesta