La vi tendida de espadas,
entre purpura revuelta,
estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias,
en un largo tubo escarchado,
de diamantes y perlas,
Sobre su blanca mano,
apoyaba el ojo del tigre,
un ópalo daba en ella
vislumbrantes de sagre y fuego,
al oro de su ancha trenza.
Tenía un pie sobre otro,
eran como dos azucenas,
y serca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en su vientre un triangulo,
adornado con una rubia seda.
¡AH....Que hubiera dado yo,
todos mis versos y poemas,
por entrar en esa alcoba,
coronada de violetas,
dejando que los eunucos,
me abrierán la puerta.
JOSE RAUL
Poeta de Chile
Brissa del mar.. |