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Enviado: 26/05/2009 17:23 |
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La dama de la mansión
Recorria ese sendero todos los dias, bajo lluvia, sol, tormenta…pero un buen dia todo fue distinto y al levantar sus ojos quedó extasiado ante la deslumbrante belleza de aquella mujer.
Nada podria impedirle llegar hasta ese lugar, no ahora, no luego de haberla visto tan hermosa, tan delicada y sin saber si lo imaginaba o era real, aquella mirada suya que lo enloquecia, lo perturbaba, por sentir en ella un amor silencioso, apasionado, correspondido.
No recordaba la fecha exacta de la primera vez en que sus ojos se encontraron con esa
mirada cálida, pero desde el primer instante quedó prendado. Ella siempre estaba sentada frente al ventanal, su cara un poco ladeada y los rizos dorados de su cabello caian sobre sus hombros en celestial cascada. Su piel tersa, blanca como marfil y sus labios rojos, delineados, voluptuosos…pero habia algo en su mirada y la suave sonrisa de sus labios le provocaban pensar que ella lo necesitaba. Entonces el estar cerca se convirtió en una necesidad imperiosa y sus pensamientos eran solo para ella. Sabia que todo lo que estaba sintiendo era imposible, una total locura, habia comenzado a amarla. Sin duda era una mujer rica, la esposa tal vez del dueño de la mansión y él, bueno él no tenia nada, solo un amor incondicional.
Asi pasaban los dias y cada tarde Gustavo se refugiaba en las sombras frente al ventanal, levantaba su mano en señal de saludo y aunque ella, su amada, nunca le devolvia el saludo, el sabia que lo esperaba, se lo decian sus ojos, su profunda mirada.
Una tarde cualquiera ya no encontró a su amada, loco de desesperación se acercó por todas las rejas que custodiaban la mansión, sentia deseos de gritar su nombre, llamarla…pero cómo, si ni siquiera su nombre sabia…miraba a todos lados, en el jardin, en los ventanales y su dolor se acrecentaba, pues su amada no estaba. Acaso lo habia olvidado, acaso se habia marchado sin decirle, acaso no comprenderia ella que ya no podria él vivir sin verla, sin sentirla, sin tenerla. Fue entonces cuando lo decidió…caminó tambaleante hacia la puerta y tocó el timbre…alguien, alguien tendria que decirle…Tardó un poco, pero finalmente un hombre alto, vestido de negro y sus manos cubiertas con guantes blanco abrió la puerta…
¿ Qué desea el señor?…Por unos instantes Gustavo quedó mudo, no sabia que decir, pero de inmediato reaccionó y preguntó por la dama que cada tarde estaba sentada frente al ventanal. Le urgia saber sobre la señora de la casa, finalmente estar cara a cara frente a ella. Ah!…se refiere usted a la muñeca de cera que hizo el señor- dijo el mayordomo.
¿Muñeca de cera? gritó Gustavo trastornado…Sí, la ha vendido a inicios de semana…dijo el hombre, cerrando la puerta tras de si…
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