Casualidades de la vida. Justo ayer el equipo del telescopio espacial Hubble tuvo a bien difundir
nuevas imágenes de las huellas que dejó en la atmósfera de Júpiter el impacto de un asteroide el 19 de julio de 2009. Lo interesante del anuncio era la confirmación de que la colisión había sido producida por un asteroide en vez de por un cometa, conclusión que se alcanzó tras analizar las imágenes del Hubble y comprobar las diferencias con el famoso impacto del cometa Shoemaker-Levy 9 en 1994. El caso es que, como suele ser habitual últimamente, muchos medios prefirieron obviar la fecha de la colisión y publicaron la noticia como si fuera reciente, causando cierta confusión. Pero lo mejor de todo es que, precisamente el mismo día -ayer a las 21:30 UTC- tuvo lugar
otro impacto contra el gigante joviano, creando aún más confusión si cabe.
Esta última colisión ha podido ser captada gracias a los astrónomos aficionados Anthony Wesley y Christopher Go. Wesley fue también el que descubrió
la desaparición de un cinturón de Júpiter. Los análisis posteriores permitirán quizás determinar la naturaleza del objeto que ha colisionado, aunque todavía es pronto para saber si se trataba de un cometa o de un asteroide.
El profundo pozo de gravedad de Júpiter es un cebo para los miles de cometas y asteroides que puedan pasar cerca del gigante gaseoso. Los impactos contra el planeta más grande del Sistema Solar son más frecuentes de lo que se pensaba hace unas décadas, lo que por supuesto es algo fantástico, ya que nos brinda más oportunidades para disfrutar -desde lejos, claro- de este reverso violento de la naturaleza.