La niña que liberó los pájaros
Y se alejaron volando mientras en los labios de Malena aparecía una sonrisa, y su blusa quedaba completamente blanca. |
|
|
Malena se llamaba una niña que vivía en una casa rodeada de un tupido mangal. Esa tarde, Malena ofrecía una fiesta de cumpleaños. Sus amigos llegaron con hermosos regalos: muñecas de grandes ojos y mejillas sonrosadas, pequeñas tacitas de porcelana, una cocinita de latón, dos ositos de peluche, lápices, cintas y una blusa con pájaros pintados. Cuando terminó la fiesta, Malena se propuso ordenar los regalos, pues además de coqueta era muy cuidadosa. Oyó entonces un piar entrecortado en algún rincón del dormitorio. Intrigada, buscó por todas partes, sin encontrar el origen de tan lastimero canto.
Malena quedó encantada con los regalos recibidos, sobre todo con la blusa de pájaros pintados, y esa noche se durmió plena de satisfacción. Al rato, sin embargo, se despertó sobresaltada. ¡Algo extraordinario sucedía! Las aves se escapaban de su blusa, mientras ella trataba de alcanzarlas con vanos y furiosos manoteos. Apresuradamente se levantó a mirar si faltaba alguna, pero comprobó con alivio que nada habla cambiado. ¡Fue sólo un sueño!, pensó complacida.
A la mañana siguiente, cuando regresó de la escuela, observó un pajarito picoteando el cristal de su ventana. El miedo de que alguno de los pájaros se hubiera escapado durante su ausencia la atormentó nuevamente. Corrió al ropero y grande fue su desencanto cuando encontró en la blusa un lugar completamente blanco. Lloró largamente Malena la pérdida del hermoso ejemplar.
No bien se quedó dormida, la avecilla fugitiva se coló por la rendija de la puerta y posándose en el lugar abandonado quedó aprisionada nuevamente. Cuando Malena lo notó su alegría fue inmensa, pero tomó una determinación: esa tarde se pondría la blusa y hasta entonces no la perdería de vista. ¡Ya verían esos pájaros vagabundos si escapaban otra vez!
Después de la siesta, mientras se vestía, oyó una voz dulce susurrarle al oído:
-Déjame ir Malena; mis pichoncitos quedaron solos en el nido y si no les llevo lombrices se morirán de hambre.
Tan sorprendida quedó la niña que casi no pudo articular palabra; pero luego, pensando que su blusa perdería un pájaro de tan bellos colores, contestó con dureza:
-No creo una sola palabra de lo que dices; seguramente tu intención es pasear, y no te importa arruinar mi blusa.
Pió quedamente la golondrina y una lágrima rodó formando una pequeña manchita en el hombro de la niña. ¡Pero esto es el colmo!, vociferó la pequeña muy enojada. Al poco rato la manchita se secó y Malena se olvidó del incidente.
Pero en la fiesta sintió unos suaves golpecitos en la espalda. Era una paloma.
-Déjame ir, Malena -le dijo suplicante- si no llevo a mis hermanitos a la plaza, ningún niño les tirará miguitas de pan, y se morirán de hambre.
Malena no la dejó partir, y los pájaros recordaron entristecidos el día en que se posaron gustosos en su blusa, creyendo que los dejaría en libertad cuando se lo pidieran. Tarde se daban cuenta que estaban aprisionados para siempre por una niña orgullosa y cruel.
A la noche siguiente, Malena soñó de nuevo con la fuga de sus pájaros. Agobiada por la desesperación gritó una y otra vez que no los dejaría ir, pero comprobó acongojada que ya se habían ido. Les pidió entonces que volvieran, que no estropearan su blusa con pájaros pintados, y las aves, compadecidas de su llanto, volvieron mansamente una a una.
Cierta mañana, al levantarse, Malena escuchó los sollozos entrecortados de la golondrina.
-¿Por qué lloras? -le preguntó con un dejo de dulzura en la voz.
-Ayer me contó un gorrión que mis hijos me extrañan.
Malena no respondió, pero notó que su hombro se humedecía tibiamente y sintió pena.
Al día siguiente, un quejido manso le rozó el oído. Reconociendo la voz de la paloma le preguntó:
-¿Qué te pasa, paloma?
-Me dijo un petirrojo que mis hermanitos vagan hambrientos por la plaza, buscándome.
Por primera vez Malena se compadeció de los pájaros, en tanto aparecían en su blusa pequeñas manchitas redondas. Lágrimas de paloma, de gorrión, de golondrina, que lloraban la pérdida de su libertad.
Cuando Malena notó sobre la piel la blusa empapada sintió frío. Comprendió entonces cuánto daño les había hecho y les pidió perdón.
-Les robé lo más hermoso que tienen los pájaros; los retuve a mi lado por orgullo y vanidad, y ahora les pido que se vayan, que vuelvan a sus nidos y alegren con sus cantos los árboles y el cielo. -Gracias -corearon las aves emocionadas. -Más hermosa te verás ahora que renunciaste a nosotros, porque la bondad pone en el rostro de los niños una belleza que no le dan los pájaros.
Y se alejaron volando mientras en los labios de Malena aparecía una sonrisa, y su blusa quedaba completamente blanca.
Renée Ferrer de Arréllaga
|