Como flecha perfumada lancé mis palabras,
En un poema de amor viajaron hasta tu alma,
Dulce estrella de la pasión, ojos de luna,
Corazón suave y tierno de mi locura.
Primero fue un poema de amor, luego otro y luego otro,
Sobre las costas de tu espíritu se fueron amontonando mis versos,
Tu voluntad fue cediendo como una ciudad asediada,
Las venas de tus sentimientos se abrieron como flores.
Hasta que llego el día en que te tuve en mis brazos,
La increíble recompensa de los cielos y de todos los dioses,
Tus párpados entornados sobre mi mentón mirando al infinito,
Tu calmo aliento de cierva atrapada rondándome el cuello.
Entonces me acorde de aquel poema de amor primero,
El puntapié de mi estrategia amorosa,
Los poemas son cosa de magia, me dije,
Y enamorar es, bueno, cosa de magos.