Física
El Puente Entre el Mundo Cuántico y el Convencional
4 de Agosto de 2010.
Un equipo de investigadores cree haber abierto una puerta hacia un conocimiento más detallado de cómo el mundo cotidiano que captamos a través de nuestros sentidos emerge del etéreo mundo cuántico.
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Los físicos llaman "mundo clásico" a nuestro entorno familiar cotidiano. Éste es el mundo en el que nosotros y las cosas que nos rodean parecemos tener características medibles como masa, altura, color, peso, textura y forma.
El mundo cuántico es el mundo de las piezas fundamentales con las que está hecha la materia: los átomos. Estos son combinaciones de neutrones y protones formando un núcleo, y electrones girando alrededor de él, atraídos por éste a causa de la atracción eléctrica.
Pero la mayor parte de un átomo, más del 99 por ciento de éste, es espacio vacío lleno de energía invisible.
Así que desde el punto de vista del mundo cuántico, nosotros y las cosas que nos rodean somos mayormente espacio vacío. El modo en que experimentamos las cosas que nos rodean y a nosotros mismos en el mundo clásico es en realidad tan sólo una representación mental moldeada por nuestros sentidos, tal como indica el profesor David Ferry de la Universidad Estatal de Arizona.
Durante más de un siglo, los científicos e ingenieros han tratado de llegar a una conclusión satisfactoria sobre el eslabón perdido que une los mundos clásico y cuántico, y permite una transición desde ese mundo de principalmente espacio vacío al entorno familiar que experimentamos a través de nuestros sentidos.
Una hipótesis sobre estas cuestiones ha sido investigada recientemente por Adam Burke, David Ferry, Tim Day, Richard Akis, Gil Speyer y Brian Bennett.
Ellos describen la transición desde el mundo cuántico al clásico como un proceso de "decoherencia" que implica un tipo de progresión evolutiva que en cierto modo es análoga al concepto de selección natural de Charles Darwin.
Los autores se basaron en dos teorías, la de la decoherencia y la del darwinismo cuántico, ambas propuestas por Wojciech Zurek, investigador del Laboratorio Nacional de Los Álamos.