LA SOLEDAD
Cuando la Soledad viene adornada
con vestidos lujosos
y con gran majestad, desconfíen de ella
porque no es la Soledad sino el Tumulto
quien viene a engañarlos, disfrazado.
Porque la Soledad va casi desnuda y,
sólo de vez en cuando,
al presentarse a los hombres,
lo hace vestida del Silencio.
Cuando se acerque a ustedes, les dirá:
Hermano, vengo a tí porque me
ha llamado tu corazón.
Déjame que me siente en él y descanse,
y te traiga también a tí el descanso.
Y el ignorante le responderá:
¿Quién eres tú, a quien no conozco?
Vete de mí y deja que te olvide,
y saldrá en busca de la Diversión.
Y el sabio le responderá:
Mi hermana, ¿acaso en algún momento
dejaste la morada de mi corazón?
Tú fuiste ya mi nodriza en la cuna
y mi fiel centinela durante el paso
de todos mis días y mis noches.
Y serás la que me entregues a la
Hermana Alegría cuando despierte a la Luz.
Y fuiste la que hablaste por mi boca
y la que tañiste el arpa de mi alma
para deleitar el alma de los hombres.
Tú fuiste la que me diste a beber
del cuenco de la Sabiduría
y la que me prestaste la levita del Silencio.
Muchos te temen porque temen estar solos.
Muchos sufren al verte porque no te saben ver.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACÓATL