Milagro en Chile: están vivos los 33 mineros atrapados
SANTIAGO, Chile.- "Estamos bien en el refugio los 33", decía el mensaje escrito sobre un papel con tinta roja, y a todo Chile se le nubló la vista. Fueron 17 días. Días de incertidumbre, de desesperanza, de miedo. Más de dos semanas en las cuales 33 mineros permanecieron, y permanecen, atrapados en el fondo de la mina San José, en las cercanías de Copiapó, en el desierto chileno de Atacama, unos 900 kilómetros al norte de Santiago.
El presidente chileno, Sebastián Piñera, alzó ayer el escrito junto a los ministros de Minería, Laurence Golborne, y de Interior, Rodrigo Hinzpeter, y los familiares de los mineros estallaron en llanto.
Los 33 operarios estaban vivos e ilesos, a unos 700 metros de profundidad.
Pocos minutos después se difundieron las primeras imágenes del rostro de uno de los trabajadores captado por una cámara que llegó al refugio de la mina. Los videos recorrieron rápidamente el mundo.
El grupo de mineros, unido, férreo e inquebrantable, había conseguido derrotar a la muerte.
Los pasos por seguir son claros y concretos. La fragilidad de la mina impide un rescate directo, por lo cual los trabajadores serán provistos de agua y alimentos a través de una "paloma", un tubo que bajará por las perforaciones hasta que puedan ser liberados, tarea que demandaría entre dos y tres meses, según adelantaron los expertos. Ayer ya llegó una nueva máquina capaz de realizar sondajes de hasta 70 centímetros de diámetro.
"Los pude ver con mis propios ojos hace cinco minutos, a través de las cámaras de video. Vi a ocho o nueve de ellos que agitaban sus brazos, que estaban todavía con sus lámparas prendidas y que estaban aparentemente en buen estado físico", dijo el propio Piñera un par de horas después del eufórico anuncio.
El mandatario, que apenas asumió en marzo tuvo que enfrentar las consecuencias del devastador terremoto del 27 de febrero, agregó: "Los trabajadores tenían los torsos desnudos, porque debe hacer calor; están con ánimo, con fuerza, lo cual me dio mucha alegría y mucha fe".
Mientras se exigen sanciones ejemplificadoras para todas las mineras que no cumplan con el mínimo de seguridad, en todas las ciudades más importantes de Chile estallaron manifestaciones de emoción y alegría por lo que se estima es "el gran milagro del bicentenario". Fue un festejo colectivo en todo el país de que, por lo menos esta vez, la vida consiguió imponerse al espanto.
Cientos de personas se congregaron en la céntrica plaza Italia, de Santiago, para celebrar el contacto con los 33 trabajadores. "Es emocionante. Fue impactante escuchar que estaban vivos. Te juro, no me pude quedar en la casa porque era tan lindo todo esto, tenía que gritar «Viva Chile, m...»", explicó Olga Cela mientras se secaba las lágrimas.
"Esto salió de las entrañas de esta montaña. Nuestros mineros están vivos y esperan volver a ver la luz del sol. Chile esta llorando de alegría y emoción, y lo primero que quiero decir es agradecerles a los mineros, por la fuerza, por el valor, por el coraje y por haber permanecido más de dos semanas solos en la profundidad de la montaña", dijo Piñera, al mostrar el mensaje que conmovió al país.
El presidente también mostró una carta del minero Mario Gómez, de 63 años, en la cual éste daba cuenta a su esposa, Liliana, de la odisea que vivieron en el fondo de la Tierra. Según los expertos, Gómez habría asumido el liderazgo del grupo. "Querida Lila. Paciencia y fe. Dios es grande. Nos ayudará a salir con vida de esta mina, aunque tengamos que esperar meses [...]. Estoy sintiendo la máquina del sondaje, ojalá esta vez llegue", escribió Gómez.
Considerado el más experimentado del grupo, Gómez dijo en su mensaje que en el lugar donde están protegidos "cae un poco de agua" y que desde hace días oyen el ruido de las perforadoras. Los mineros habrían conseguido sobrevivir utilizando dos camionetas que estaban en la mina, de las cuales sacaron agua, luz y ventilación, indispensable ya que la temperatura del lugar oscila entre los 32 y los 36 grados.
Fueron dos semanas, casi tres, en las cuales las autoridades siguieron con la búsqueda, amparadas en la sola y conmovedora fe de las familias, las cuales en las últimas horas, y ante el temor a un nuevo fracaso, incluso solicitaron entrar en la mina para llevar a cabo el rescate por sus propios medios.
Desde el momento del accidente, las familias se instalaron en una zona cerca del túnel principal de la mina e improvisaron un campamento al que bautizaron Esperanza. Los familiares advirtieron a las autoridades que piensan quedarse ahí el tiempo que dure el rescate. Mientras tanto, con perforaciones de hasta 15 centímetros de diámetro, se proveerá al grupo de alimentos, medicamentos, abrigo y agua, antes de proceder al rescate.
Entre los 33 mineros, cuyas edades van desde los de 19 hasta los 63 años, hay un trabajador boliviano. Todos los demás son chilenos.
Los tropiezos en las tareas de rescate no fueron menores. El derrumbe de una chimenea, a través de la cual se planeó el primer rescate sólo 48 horas después del accidente, terminó hace dos semanas con Golborne llorando ante las cámaras de televisión.
Después de aquel primer traspié, se sumó un equipo especializado de El Teniente -la mina subterránea más grande del mundo, cerca de Rancagua-, comandado por el ingeniero André Sougarret, que intentó un segundo ataque con otra chimenea, que encontró en su camino una roca de 700.000 toneladas el 15 de este mes.
La confianza estaba de rodillas. La esperanza se instaló entonces en nueve máquinas perforadoras de sondaje traídas de las principales minas del país -también de Australia y Estados Unidos- que, simultáneamente, apuntaban al refugio de 50 metros cuadrados en que se suponía que estaban los mineros.
Pero la primera de éstas volvió a fallar el sábado pasado. Los rescatistas culparon a los mapas confeccionados por los dueños de la mina y todo se volvió negro. Las perforadoras, sin embargo, siguieron su curso y, con la fuerza de todo un país, terminaron por romper la última barrera que separaba a Chile de los mineros. Alguien, todavía no se sabe quién, garabateó el conmovedor mensaje en un papel.