LO QUE DEJA EL OLVIDO
Paseaba un mago, con barba y vestimenta blancas, con zapatos de piel aruñada, y profundos ojos que te hacían recordar el sol de las mañanas; caminaba con tal sutileza… como si sus pies pertenecieran a esa tierra; como si su aliento perteneciera a esos árboles, y su silbido a los pájaros.
Paseaba el mago silbando canciones frescas que hace mas de 400 años un pájaro amigo le habría enseñado; siempre apoyado en su bastón, hecho con la mejor madera, del pino más alto.
Pues bien...
Todos los días el mago recorría esos senderos para ir a saludar a sus amigas, las ardillas. A comer moras, y a disfrutar del sol calido de las tardes.
Ese día, el mago iba apenas a mitad de camino disfrutando de los mismos olores, cuando se percató de una pequeña cosa que nunca había visto… una inmensa laguna; agua tan clara que podía reconocer los más diminutos granillos de tierra del fondo
Había pequeñas hadas volando sobre las praderas jugando con los animales; el mago fascinado por tal espectáculo de vida, se acercó a la orilla de la laguna, se sentó en el borde y metió sus recorridos pies en la refrescante agua
Y sin explicarse por qué, como si su extensa vida como conductor de las energías mágicas de la creación no tuviera ningún sentido, se quedó dormido…
Cada vez que un mago duerme... vive una vida mortal; sufre una vida mortal... y despierta con 70 años más de sabiduría
Cuando el mago abrió los ojos el canto magistral de la luna hacia eco en la copa de los árboles; algunos animalillos nocturnos intentaban escapar a su mirada; y un poco perturbado se levantó, se miró las manos sucias y los pies helados y se preguntó a sí mismo, cuánto durmió… No encontró la respuesta
Y de repente, un pensamiento fugaz se apoderó de toda su conciencia. Se había dado cuenta de algo extraño: la laguna no estaba; Un poco frustrado y acongojado decidió volver a su vieja morada, un antiquísimo árbol que quedaba a las afueras del bosque.
Pero mientras seguía el mismo camino que cada noche recorría cuando decidía volver a su hogar; Se daba cuenta que cada árbol, que cada respiro, llevaban una esencia diferente, Las piedras tenían formas distintas y el camino estaba más gastado.
Con mayor precaución siguió caminando, cada vez más despacio; de repente se sintió como un niño, llorando en medio de la oscuridad, con miedo, con toda su humanidad expresada en los ojos, en la respiración agitada,
... logró recobrar su tranquilidad característica; Agudizó sus sentidos.
Preparó sus ojos de nuevo para el camino. Y tomando el bastón con más firmeza siguió caminando intentando reconocer su entorno.
La noche era fría, oscura; irreconocible incluso para el mago
De pronto el mago se detuvo. Definitivamente éste no era SU bosque desde el instante en que vio la laguna no ERA SU BOSQUE
Aturdido; se sentó sobre una roca, sacó de su vestido largo una pipa, y la llenó con tabaco molido. Concentró todas sus energías en el dedo índice de su mano… y sin mucho esfuerzo, una llama pequeña, pero muy viva, a pesar del frío, encendió la pipa
Fumó, intentando recordar la última vez que había sentido esa sensación; poco a poco el calor de la pipa se fue apagando. El mago sabia que se acercaba la hora de afrontar el camino; su rostro se iluminó por última vez con una agónica bocanada de humo; Limpió su pipa, y la guardó donde siempre.
Se levantó con tranquilidad y siguió caminando en el mismo sentido (Después de todo ya había caminado mucho en ese sentido); Caminó durante toda la noche, apoyado siempre en su viejo bastón.
El sol se asomó por el horizonte, y los pajarillos despertaron sus oídos con nuevas melodías, la luz se abrió camino entre los altos robles y el mago se sintió confortado; A lo lejos el mago logró ver algo que de nuevo perturbó su pensamiento… Vio su hogar
Ese viejo árbol, donde solía descansar, con los maderos un poco más viejos; Y ramas nuevas, que no lograba reconocer, pero sabía que era ese el árbol... un buen mago nunca olvida sus amigos
De nuevo empezó la marcha, un poco más acelerada... Esforzando un poco más la base de su bastón; Cuando estuvo a diez metros, se detuvo
Miró hacia el cielo buscando la copa del árbol, y la encontró en medio de nubes enormes, se acercó con amor y paciencia, asomó su bastón por una de las raíces del árbol y lo apoyó allí.
Se apoyó con una mano en su viejo árbol mientras descargaba el peso de los años y de una noche angustiada sobre el apenas conocido suelo; Logró sentarse y apoyó su espalda sobre el árbol...
Recordó el camino... recorrió por última vez el camino que apenas hace unos años recorría todos los días, lo recorrió mentalmente. Caminó con su mente por ese camino que recordaba... saludó con la mente a sus viejos amigos... y deleitó mentalmente por última vez las dulces moras
Durmió de nuevo...
Cuando despertó... se levanto y decidió conocer SU nuevo bosque, lo caminó con lentitud, recordando cada detalle; Día tras día aprendió a querer su nuevo visitante...
Aprendió a recordar con alegría lo que antes disfrutaba Y de nuevo, Paseó con su barba y su vestimenta blancas. Disfrutando cada pequeño detalle que ese extraño le había enseñado.
Siempre debes llegar al final con la cabeza levantada
¡Con el pecho erguido, y con las manos abiertas!
Pero a pesar de ser el final de algo, es el comienzo de otra cosa, por eso con las manos abiertas hay que recibir con amor y respeto lo que se nos ofrece
A veces el final de las cosas llega sin que te des cuenta, a veces el final de las cosas llega sin que quieras
Nombre del autor: Alejandro Martinez
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