Te encontré en aquel momento de soledad constante y me aferré a vos. Creo que vos también te aferraste a mi. De algún modo, vos también estabas sola…esperándome. A veces te miro y siento que todo lo que compartimos juntos, nuestras caricias, nuestros momentos de silencio, de alegría…todos, se fueron el día que vi como se rompía por completo el vínculo. Hoy solo te guardo como un recuerdo, de buenos momentos, de compañía. Sabé, que sos parte importante de esta historia a la cual le pusieron mi nombre; la historia de mi vida. Fueron unos cinco años de compartir, todos los días un poco. Y soñar juntos. Viajar…viajar lejos. Conocer lugares que yo no conocía. Siempre estuviste ahí. Aún conservo tus fotos. Me acuerdo cuando llegaste a mi. Cuando cambiaste totalmente de look. Cada vez que veo esas fotos, esbozo una sonrisa, y, a la vez, pienso en que, lo más probable, es que nunca más te acune entre mis brazos.
Lamento mucho que no puedas viajar conmigo ahora. Pero, sabelo, la vida es así, cruel pero sincera. Tu lugar no va a estar vacío. De hecho, incluso antes de aquel día triste, me compré otra guitarra. Ella va a ayudarme a afinar y a componer como vos lo hacías.
A la memoria de mi guitarra Trovador, “La verde” como todos la conocían.
Jorge Ignacio Merlo