El problema para deshacerse de ellas es que su víctima no quiere ver todos los males que le acarrea ese vínculo, una relación que le distorsiona la percepción en virtud de una atracción de la cual no se puede apartar.
En términos de la teoría del campo de Kurt Lewin, dos vectores opuestos del mismo valor , de atracción y de rechazo, en el campo de los significados personales, son los que mantienen el equilibrio de la relación, impidiendo que cambie.
De acuerdo a la teoría psicoanalítica, se reitera un modo de relación de objeto placentero y a la vez hostil, semejante a relaciones traumáticas de la infancia con figuras significativas.
Las teorías cognitivas reconocen en estas relaciones un modo de percepción particular, cuando el individuo que sufre se empeña en ver la realidad que quiere ver, filtrada por sus experiencias previas.
Los conductistas ponen a la psique entre paréntesis y no tienen en cuenta los procesos intrapsíquicos, por lo tanto, desde esta perspectiva, estas relaciones son modos aprendidos de vincularse, que deben desaprenderse para adquirir nuevas formas de relacionarse más adaptativas.
Desde el punto de vista existencial, estas relaciones forman parte de un proyecto de vida en el que se incluye el sacrificio como una realización personal.
Nuestra propia forma de ver el mundo nos condiciona, cuando interpretamos la realidad de la vida como una cadena de sufrimientos y no como una oportunidad para ser capaces de vivir experiencias felices.
Es una decisión personal, sufrir en la vida o disfrutar de la vida. Hasta los acontecimientos más trágicos se viven de una manera diferente en función a nuestra visión del mundo.
Todas las tragedias tienen también un lado menos doloroso si las observamos desde una perspectiva más global.
Creer que uno puede ser feliz en este mundo no es difícil. Sólo hay que pensar en ello. Siempre somos nosotros los que nos atamos a las mismas cadenas. No existe otro responsable de nuestras vidas más que nosotros mismos.
Las personas fuertes buscan perfiles débiles para relacionarse y los débiles de carácter se sienten atraídos por los fuertes; para no tener que decidir por si mismos, para sentirse protegidos, para ser espectadores y no actores, para en definitiva, no asumir ningún riesgo.
Con el tiempo la vida nos enseña que esta postura cómoda tiene un alto costo, a la larga siempre nos pasa la factura y nos va a llevar inexorablemente hacia el cumplimiento de todos esos compromisos que particularmente estuvimos evitando, utilizando a alguien como escudo . Porque el que no hace lo que tiene que hacer en su momento lo tendrá que hacer después, obedeciendo a una ley universal ineludible, que es la que nos obliga a pagar las deudas con nosotros mismos.