EL PASEO
El paseo es un ejercicio conveniente que contribuye grandemente a la salud del cuerpo y hace al espíritu mejor dispuesto a las actividades que le son propias; se transforma en distracción si se le añade conversaciones agradables.
Ordinariamente se hace algún cumplido al ocupar el sitio, y el lugar más honroso es debido a la persona más respetable del grupo.
Aquel a quien se hace el honor de ofrecérsela no debe, sin embargo, aceptarla, a menos que esté muy por encima de los demás, y no debe hacerlo sino después de saludar al grupo, como para agradecer el honor que se le tributa.
Es muy descortés tomar uno mismo el lugar de honor, a menos de ser de rango muy superior a los demás; y cuando se trata de personas más o menos iguales que pasean juntas, deben ordinariamente colocarse sin distinción, a medida que se encuentran.
Cuando son tres o más en el paseo, el lugar que se da a la persona de más consideración es el del medio; la derecha es la segunda y la izquierda la tercera; y si los que se pasean son iguales, pueden cederse el medio alternativamente a cada recorrido de la trayectoria, retirándose el que estaba en medio, al lado, para dejar tomar el centro a uno de los que estaban a su lado.
En un jardín, y en los demás lugares en los que el uso no haya determinado nada, el segundo lugar es la derecha de la persona a quien se honra; así, si está a solas con ella, se pondrá uno a su izquierda, y se procurará ponerse a la izquierda cada vez que se giren, sin que haya en ello amaneramiento.
En una habitación, el lugar donde está la cama indica el puesto superior, si la disposición del cuarto lo permite, si no, hay que regularse según la puerta, que marca el inferior.
En la calle, el lugar de honor es el lado del muro; pero si son tres, el centro es el primer lugar, el lado del muro es el segundo y el otro el tercero.
Los que pasean deben andar siempre pausadamente, todos alineados, especialmente si los paseantes no son numerosos y si todos son de rango más o menos igual; si entre ellos hay alguna persona de mucha consideración respecto a las demás, es educado caminar algo más adelante por respeto, de modo, sin embargo que sea posible oírle y hablarle fácilmente.
Al pasear con alguien no está bien acercársele tanto que se le toque, y peor darle golpes con el codo; tampoco debe uno volverse tanto delante de aquél a quien se quiere hablar, que se le impida andar, o se haga uno incómodo a los otros.
Al final de cada trayecto corresponde a la persona de mayor consideración volverse la primera: y debe hacerlo volviendo la cara hacia la persona de su lado que sea la más considerada, o hacia el que habla, o alternativamente, ya a derecha, ya a izquierda; su educación lo exige así, si las personas que están a su lado son poco más o menos de la misma condición; todos los demás deben volverse del lado del que está en el centro.
Si sólo son dos los que se pasean, cada uno debe volverse hacia el interior, del lado de la persona con quien se pasea, y nunca hacia fuera, puesto que no podría hacerlo sin volver la espalda a aquel con quien está, lo cual sería totalmente contrario a la educación.
Si dos personas de condición muy superior ponen en medio de ellas a otra que les sea inferior, a fin de poder oír más fácilmente algún relato que tuviera que hacerles, a cada extremo del paseo el inferior cuidará de volverse del lado de la más importante de las dos, y si las dos son de condición más o menos igual, procurará volverse en un extremo del recorrido hacia una y en el otro extremo hacia la otra; y en cuanto haya acabado el relato que debía hacer, dejará el centro y se pondrá a un lado, algo más atrás.
Si se pasa por algún lugar en el que se debe andar de uno en uno, cada uno debe seguir según el rango que tiene en el grupo haciéndose cumplidos unos a otros, pero si las personas no tienen rango especial que las distinga, andarán una tras otra, según se encuentren.
Sin embargo, si el lugar es incómodo o peligroso, uno de los de rango más inferior puede pasar el primero, para mostrar o probar el camino, sin hacer en esto nada que sea contrario a las reglas de la convivencia.
Es gran descortesía, al encontrar otro grupo, dejar el propio; pues es dar a entender que se tiene muy poca consideración y no se estima mucho a las personas con quienes se está.
Cuando se pasea con una persona de mucha consideración, o incluso con una persona igual, ordinariamente no es conveniente pararse; porque aparte de que esto denota superioridad, a veces es molesto a los demás. Si, con todo, la persona con quien se habla se para, hay que pararse también, y cuidar de no avanzar durante todo el tiempo que esta persona permanezca así.
|