Estoy aquí, abrigada,
tengo los pies calientes
un techo que me cubre
esperanzas sutiles,
la mesa está servida
y hay regocijo y paz…
Yo tengo todo esto, pero,-
¿y ellos, los niños de la calle?
ellos no dicen nada,
tienen hambre, y despacio
recorren los andenes
sin protesta ninguna
con el cuerpo cansado
de tanto ir y venir
y la estrella en lo alto
los mira porque sabe,
que son tan desprovistos
que ni saben llorar.
Ya la mesa en mi casa
retiró los manteles,
en la noche habrá cena
y ellos:
-¿los que no tienen nada,
cómo se acostarán?
¿y el santo no responde
si mira su miseria?
¿y aquéllos que los miran,
no los protegerán?
¡Son los pobres que gimen,
que posan su mirada
en los antejardines
de un mundo sin piedad!
Pueda ser que un poema
no llene los estómagos,
pero mi puño seco
golpea contra el viento
e imploro al Dios del cielo
que toque un corazón.
LUCIA