Los científicos se cuestionan sobre las diferencias que pueden existir entre el funcionamiento del cerebro de una persona superdotada y el de otro individuo común; y los neurólogos tratan de investigar la relación entre la capacidad intelectual y los procesos cerebrales. Los estudios realizados hasta ahora no han podido desentrañar del todo este misterio; sólo circunstancias de lesiones o traumas severos del encéfalo han podido aportar alguna claridad en el oscuro camino de este conocimiento.
Los procesos del pensamiento son señales neuronales, por lo tanto las diferencias intelectuales individuales deberían relacionarse con estas señales.
Una mente brillante tiene una mayor capacidad de rendimiento y utiliza su inteligencia en forma más eficaz.
Werner Krause, está abocado a esta investigación en la Universidad de Jena, y ha llegado a la conclusión que las personas especialmente dotadas con facultades mentales extraordinarias muestran una habilidad natural para desempeñarse, capacidad de síntesis para captar lo esencial de un problema, flexibilidad de criterio, se adaptan a los obstáculos y pueden aprovechar al máximo su capacidad de memoria.
Observó entre otras cosas que llegaban a la solución de los problemas por el camino más corto y más rápido, rendían más en menos tiempo y empleaban menos esfuerzos.
Para Edward Millar de la Universidad de Nueva Orleáns, las neuronas de las mentes sobresalientes consiguen una mayor mielinización, ya que es la mielina la que aumenta la velocidad de las señales neuronales.
En la década de los noventa, Norbert Jansovec, de la Universidad eslovenia de Maribor, pudo comprobar mediante EEG que las personas con habilidades intelectuales extraordinarias mostraban señales de una mayor potencia neuronal y signos de menor esfuerzo cuando trataban de resolver un problema.
Según las investigaciones realizadas por Norman Gesohwind y Albert Galaburda, los superdotados usan principalmente la parte derecha de sus cerebros y su actividad mental es más alta que la del grupo normal cuando realizan una tarea.
La tomografía por resonancia magnética ha probado que las estructuras cerebrales pueden engrosar su tamaño por medio de la ejercitación intensiva.
Pamela Shaw del Instituto Nacional de Salud Mental de Bethesda, estudió el desarrollo cerebral de trescientos niños precoces durante el desarrollo y llegó a la conclusión que comienzan teniendo una corteza cerebral más fina que la media, pero luego ésta crece velozmente y al llegar a la pubertad adquiere mayor grosor que la del grupo control.
Lo que más interesa es el modo y cuándo utiliza el cerebro sus neuronas. La dificultad de las tareas es una condición para su funcionamiento, ya que a mayor complejidad las estructuras de los lóbulos frontal y temporal de los dos hemisferios se combinan para trabajar juntas, y los superdotados parecen establecer esa red en forma más intensa.
Otros estudios obtuvieron resultados semejantes mostrando también que al estimular el cerebro de las mentes privilegiadas se mostraban más activos que el de las personas comunes.
Resumiendo, la mayor parte de los estudios realizados coinciden en que el nivel más alto de rendimiento cognitivo requiere de un volumen mayor de ciertas zonas cerebrales, especialmente de las derechas, que pueden lograr mayor actividad.
Por lo tanto, una alta eficiencia exige una mayor masa y una actividad del cerebro aumentada.
Es evidente que los superdotados poseen facilidad para hacer ciertas cosas y no otras y que luego de un entrenamiento intensivo aumentan su rendimiento con respecto a los demás, aunque también hay que tener en cuenta en este proceso las motivaciones personales, las influencias sociales y los factores genéticos.
Fuente: “Revista Investigación y Ciencia” Mente y Cerebro, Ed. Prensa Científica S.A., Barcelona, 2009