Crecerás cuando te decidas a cambiar
interiormente y aprendas a dar frutos.
Todo ser humano es capaz
de crecer interiormente cuando:
No hay vacío de esperanza,
ni debilitamiento de voluntad,
ni pérdida de fe.
Acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla.
Acepta su destino, pero tiene la voluntad
de trabajar para cambiarlo.
Asimila lo que deja por detrás,
construyendo lo que tiene por delante
y proyectando lo que puede ser el porvenir.
Se supera, se valora, y sabe dar frutos.
Abre camino dejando huellas,
asimila, experiencias...
¡Y siembra raíces!.
Se impone metas, sin importar comentarios,
ni prejuicios; cuando da ejemplo
sin importarle burlas, ni desdenes;
cuando cumple con su labor,
sin importarle los otros pareceres.
Se es fuerte por carácter,
sostenido por formación,
y sensible por temperamento....
¡Y humano por nacimiento!.
Enfrenta el invierno aunque pierda las hojas.
Recoge flores aunque tengan espinas
y marca camino aunque se levante el polvo.
Es capaz de afianzarse con residuos
de ilusiones, capaz de perfumarse,
con residuos de flores....
!Y de encenderse con residuos de amor...!
Ayuda a sus semejantes, se conoce a sí mismo
y da a la vida más de lo que recibe.
Se planta para no retroceder.
Cuando se defiende como águila
para no dejar de volar.
Cuando se clava como ancla
y se ilumina como estrella.
Entonces...
¡Uno crece!