¡Vamos, levantaos, se acerca vuestra liberación! Hay signos a vuestro alrededor. ¿No los veis en el barrio, en la fábrica, en la comunidad, en vuestra propia casa y en vosotros mismos sin ir más lejos? Restregaos los ojos, mirad con esperanza el horizonte, escuchad las buenas nuevas, dejaos despertar por la brisa. ¡Dios está cerca!
¡Venga, levantaos, alzad la cabeza! La gente se angustia por todo y anda sin aliento, dando tumbos de acá para allá, viviendo sin vivir, echando a perder su vida. Se desvive en fuegos fatuos, en espejismos de desierto, en vagas añoranzas. Recobrad el aliento. ¡Dios está cerca!
¡Ánimo, levantaos y permaneced despiertos! No se os embote la mente o se desboque el corazón con tanta preocupación sobreañadida: qué os pasará y qué haréis, cuánto ganaréis y cuánto gastaréis, cuándo sucederá y por qué, cómo escaparéis de la red de la moda o de la fiebre de las rebajas. Nadad contra corriente. ¡Dios está cerca!
¡Hala, levantaos y poneos en marcha con ilusión renovada! Otead el horizonte. Vivid atentos a los susurros, a los lloros, gritos y risas de la humanidad entera. Dios está cerca. Brotad a la vida. Dejad lo vano y lo estéril. Pedid fuerza para la espera. ¡Dios está cerca!