FELIZ MARTES - EL RECUERDO DE MI SUEÑO

El Espíritu de Dios nos abraza

Esto sucedió en un orfanato de Francia, durante la Segunda Guerra Mundial. Comenzaron a aparecer casos de marasmo nutricional, una enfermedad extraña, pero letal para los niños. Se trataba de una institución con muy buenas y numerosas instalaciones, y proporcionaban buen alimento a los niños. Eran muy cuidadosos en la higiene, por lo cual no podía ser la causa de dicha enfermedad. Los niños ya no jugaban con los juguetes, no comían, y era evidente que perdían mucho peso y vigor, conforme iban pasando los días. Y hasta hubo casos de muerte infantil. Cuando esta noticia llegó a los organismos internacionales, enviaron médicos al orfanato para investigar dicha enfermedad.

Pronto los médicos hicieron el diagnóstico y dieron la receta, que al seguirla al pie de la letra, los niños se recuperaron en poco tiempo. ¿Cuál era esa receta? El contacto físico. Cada hora, debían abrazar a los niños, acariciarles, besarles, hablarles y amarles durante 10 minutos. Y gracias a esta muestra de amor, los niños comenzaron a recuperarse en poco tiempo. Volvieron a tener fuerzas, a tomar la leche, a jugar y pronto recuperaron la salud.

Nuestra conversión es el inicio de la relaciones personales con Dios ¿Cuáles son las obras del Espíritu Santo cuando le recibimos en nuestro corazón? ÉL sana nuestras heridas y dolencias. Cuando estamos desanimados y gemimos de dolor. ÉL se acerca y nos dice: “Tú eres un ser valioso, digno de recibir mi amor. Es en ti, en quien yo deposito mi amor”. Y es así cómo nosotros podemos llamarle a Dios: “ Abba Padre”, es decir “Papá”.

Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!

Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

Gálatas 4:6-7