En la segunda mitad de la vida la mayoría tiene ya a sus hijos adultos.
No es fácil aprender a relacionarse con los hijos cuando se es ya mayor, porque se hace difícil aceptar que los hijos ya están en condiciones de decidir por sí solos, aunque a ellos no les guste, que tengan un estilo de vida diferente y hasta que críen a sus hijos de una manera distinta.
Los padres que mejor se adaptan a vivir esta etapa de la vida, y que logran a través de los años mantener una buena relación con sus hijos, son aquellos que tienen una vida propia, un trabajo que les guste, una actividad intelectual, espiritual, artística o deportiva que les interese, participación en grupos diversos, amistades personales y otro tipo de relaciones.
El hecho de tener intereses propios, ajenos a la familia, les permite a los padres seguir creciendo no importa la edad que tengan y dejar vivir a sus hijos sus vidas como quieran.
Las mujeres que requieren un apoyo terapéutico durante la menopausia, están atravesando por lo general el momento en que los hijos se van del hogar; de manera que los trastornos de ese período pueden acentuarse si esa experiencia es vivida como un trauma y no con la alegría de comenzar una nueva vida, tal vez más fecunda en lo personal y con la posibilidad de un desarrollo independiente.
Cuando se sufre del síndrome del nido vacío, como consecuencia de la falta de adaptación a esta etapa, se hace necesario cambiar de forma de pensar, para poder percibir las cosas desde otro ángulo, aceptarlas y continuar viviendo dispuestos a enfrentar nuevos desafíos.
Cambiar de manera de pensar significa tener otra filosofía de la vida, siendo capaz de percibir el alejamiento o la aparente indiferencia de los hijos, como algo natural e incluso deseable, ya que esa es la actitud que les permitirá crecer y ser independientes.
En esta etapa es necesario tener la grandeza de espíritu de dejar de pensar en todo lo que les deben los hijos, en cuántas cosas hicieron por ellos, los sacrificios, las privaciones, los esfuerzos para criarlos y hacerlos crecer, cuidándolos y educándolos para que sean personas sanas y felices. Porque ellos deberán hacer lo mismo con sus propios hijos y esa será la única compensación que se puede esperar, de todos sus esfuerzos.
Si continúan pensando en que sus hijos les deben algo, caerán en el resentimiento y el rencor cuando se sientan defraudados precisamente por tener esas falsas expectativas.
Padres e hijos son roles diferentes que implican relaciones de afecto que se van edificando a lo largo de la vida; y si los padres creen que son superiores y que por eso sus hijos están obligados a rendirles honores, se equivocan.
El amor surge cuando hay libertad, si no se transforma en odio y culpa, emociones que afectan el normal desarrollo de las personas.
Lo más importante, no es ver o escuchar a los hijos todos los días, sino saber que están bien y que son felices en sus vidas, junto a las personas que han elegido.
Todos necesitan amor, más aún cuando son mayores, pero el amor se construye todos los días, sin condiciones, siendo quien uno es y favoreciendo que también los demás lo sean.
Los cambios son para evolucionar y tener otra oportunidad en la vida para disfrutar, para lograr nuevos vínculos, nuevos intereses sin dejar nunca de aprender cosas nuevas.