El peor enemigo de las mujeres
Ninguna lucha femenina o feminista, sirve para luchar con nuestro peor enemigo.
Nosotras mismas!!!
Llevamos años pidiendo derechos, exigiendo leyes, sobresaliendo, esforzarnos por ser tomadas en cuenta, defendiéndonos y protegiéndonos de un enemigo que habita entre nosotras.
Como madres, transmitimos una cultura a nuestras hijas e hijos que nos marca y condena a seguir viviendo como estamos, por 100 años mas, repetimos el mismo patrón de poder hacia el hombre y cuando no lo hacemos, sentimos miedo de que la hija sea prostituta y el hijo homosexual, porque no nos atrevemos a decirle a una niña que el sexo es bueno, y que tiene que prepararse para hacerlo. Así como no nos atrevemos a decirle a un varón que debe esperar el amor para consumar el sexo. Por poner un caso, pero podríamos referenciar el rechazo que sentimos a ver a nuestro hijo varón limpiando la casa y a la esposa trabaja.
Por otro lado, la hija por mucho que estudie, sea profesional y gane dinero, debe casarse con un hombre que la represente, “el hombre debe ser superior”, y la independencia femenina es duramente confundida con libertinaje. ¿Quién invento ese juicio de valor, para una mujer que se permite dar respuesta a su cuerpo?. La respuesta es: nosotras mismas.
Nosotras mismas nos aterramos ante una mujer libre, debido a que queremos tener a nuestras parejas en la jaula que invisiblemente hemos construido para ellos, y toda muestra de libertad externa atenta contra eso. Por eso al ver una libertina (mujer libre) la tachamos con cuanto calificativo de desprestigio encontramos, como si así elimináramos la amenaza a la jaula, cosa que es todo lo contrario porque la hace mas tentadora.
También le tememos a la espontaneidad de las otras, a la felicidad y seguridad de nuestras congéneres, porque parece que nos laten en la cueva. De allí que lo mejor que hemos inventado es la destrucción del enemigo, pero a nuestro estilo, no con armas, sino con palabras, con desprecios, calificativos y descalificaciones infundadas.
Esto en el plano sentimental. Pero en el plano profesional, nos comportamos prácticamente igual, y el comportamiento de las jefas es diferente para subordinados que para subordinadas, además de proteger al jefe como si estuviera en la jaula invisible, adoptando una actitud parecida a la de la pareja. De allí que, la destrucción entre nosotras mismas no termina.
Por un lado luchamos por derechos de inclusión e igualdad, pero por otro, queremos que nuestras hijas sigan el patrón tradicional de la mujer y que el varón sea todo un macho, así mismo, destruimos a las que representan una amenaza para nosotras, sin importar que sea congénera: si es mas bella, es amenaza, si es mas competente, también lo es, si es inteligente, no importa, debemos alejarla. Y lo peor de todo es “si es la mujer de mi hijo” sea lo que sea no es buena para mi él. Sin darnos cuenta, nosotras mismas tratamos de sacar a las demás de los espacios que le corresponden.
Todo esto pasa, no solo porque no queremos a nuestras congeneras, simplemente pasa, porque no nos queremos a nosotras mismas, y vemos en las demás el enemigo que llevamos por dentro. Somos capaces de perdonar el maltrato y justificarlo en la misma medida; pero a alguien tenemos que culpar y siempre la culpable de nuestras desgracias “que casualidad” es una mujer, llámese amante de “mi” marido, subordinada, jefa, madre, hermana, amiga.
Jamás se llama “yo misma”.
Escrito por Gloria Carrasco el 17/03/2008
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