Querido mio..
Nuestro caminar ha estado sembrado
de ilusiones y desesperanzas.
Te acuerdas como he tenido que ser yo,
siempre yo, la que ha roto los silencios que
caían entre nosotros, que nos rodeaban,
que impregnaban la casa,
que la paralizaban.
El silencio se instalaba entre nosotros,
pesado, denso, insoportable.
Mi arma, la comunicación, que me
ha servido para ganarme la vida,
quedaba en el aire, sin respuesta.
Tantos días perdidos, tantas noches
sintiéndome cerca y lejos, deseándote
y temiéndote al mismo tiempo.
Y, cuando el silencio amenazaba con
gobernar nuestras vidas, unas veces
te dejaba debajo de la almohada
una carta pidiéndote explicaciones,
culpabilizándome de cosas inexistentes
echando sobre mí la responsabilidad
de tu conducta desordenada.
Te arrepentías y hacías el firme
propósito de cambiar de proceder.
Pero, ¡ay!, al poco tiempo volvías a las andadas.
En otras ocasiones, al calor de las sucesivas
reconciliaciones..
Paso mi mirada por mi casa, me detengo
en el espejo oval que tanto quiero y,
por un instante, contemplo dos caras reflejadas
y un júbilo cegador en las miradas.
¿Acaso tú también, allá en tu antigua sala,
has sentido el leve roce de mis labios
y la caricia protectora de mis manos?
Cierro los ojos y te tengo aquí,
a mi lado, te rescato de las sombras
que pueblan los rincones de mi casa.
Mi amor latente y mi ansia de ti te traerán
a mi lado, tal como estás, avejentado y solo.
La ausencia será sólo una palabra.
Y volverás a ser mi compañero,
y te apoyarás en mí.
Y juntos, en el ocaso de nuestras vidas,
aprenderemos a mirarnos y
a querernos con la generosa aceptación
que dan los años.
Aysss