Hoy en día los métodos artificiales para concebir son una práctica habitual. Parejas que no pueden concebir un niño por algún motivo en forma natural, se someten a tratamientos de todo tipo, estimulación hormonal, fertilización asistida, in vitro, mediante donación de esperma o el alquiler de un vientre.
Todas estas prácticas son legales en muchos países, incluso hacer posible el embarazo en mujeres que tienen más de setenta años.
Los descubrimientos sobre el ADN y el mayor conocimiento del código genético, hacen que algunos genes portadores de enfermedades hereditarias puedan ser modificados y permitir el nacimiento de bebés libres de esa disposición.
La manipulación genética puede considerarse humanitaria porque evita que nazcan niños con atroces patologías, destinados a morir tempranamente o a sufrir graves trastornos orgánicos.
Pero el desarrollo científico no tiene límites ni técnicos ni morales y sigue avanzando, a veces con el espurio intento de hacer dinero.
Pronto se podrán modificar características de un individuo, no ya para evitar que sufra una enfermedad hereditaria sino para que sea varón o mujer, más alto o más bajo, para que tenga ojos azules, verdes o negros; pelo rubio, negro o colorado; piel blanca o negra, el talento del padre o de la madre, etc.
En poco tiempo, tal vez dentro de no más de una década, será posible tener un bebé diseñado para que sea bello y perfecto y sin posibilidad alguna de tener algún defecto. Se elegirá un bebé como se elige un auto o una casa, mediante un muestrario de modelos según las exigencias de la moda del momento.
Claro que ese niño necesariamente pertenecerá a una familia de clase alta o con el poder adquisitivo suficiente como para pagar lo necesario al médico arquitecto que tendrá la responsabilidad de dibujar al hijo según el mandato de sus padres.
El resto del mundo, o sea la mayoría, seguirá naciendo naturalmente, según las limitaciones y las posibilidades que le brinde la posición económica de los padres; porque será una práctica similar a una cirugía estética que no contempla ninguna medicina prepaga ni ninguna obra social en su vademécum.
Así se seguirá profundizando la brecha entre los hombres según sus diferencias, habrá una elite de gente libre de daños debido a fallas genéticas y otras que estarán destinadas a sufrir por ellas que deberán pagar más caro su seguro médico, que serán discriminadas laboralmente y socialmente que podrán ser descartadas como parejas y hasta no sean considerados aptos para recibir a largo plazo un crédito.
Hoy ya le es posible a una mujer inseminarse artificialmente con el semen de un hombre desconocido con características físicas que se asemejen a su familia.
No se pueden saber de antemano las implicancias morales de tal selección de genes, pero la pregunta que surge frente a esta posibilidad es si desde el punto de vista evolutivo no estamos creando una nueva especie de homo sapiens.
Desde que el hombre existe mantiene una constante lucha por las diferencias con sus pares, y a medida que la ciencia avanza estas diferencias se profundizan.
El hombre tiene un cerebro que tiende a clasificar las cosas y las personas según sus características, jóvenes y viejos; chicos y grandes; blancos y negros; pobres y ricos; lindos y feos; nativos o extranjeros, teóricos o prácticos, etc.
Se suma ahora una nueva categoría, perfecto e imperfecto, según haya sido o no modificado su código genético.