Lo último que se pierde no es la esperanza, como habrán oído por ahí.
Aún perdiendo hasta la esperanza, lo que es mucho decir, nos queda una carta más por jugar: el coraje.

Seguir adelante, no darse permiso para caer, llorar pero de pie, respirar hondo, escupir rencores, recibir y dar como se debe, agradecer que – por ejemplo – todavía tenemos vista para leer estas líneas u oídos para escucharlas si es que alguien nos las está leyendo porque se nos cegaron los ojos pero sólo los ojos, poner el alma sobre la mesa, vivir lo mejor que se pueda, para un día morir lo mejor que se deba.
Víctor Sueir

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