Ella camina sigilosa por el bosque, Sus pies descalzos, casi flotan en la grama, Y se desliza suavemente entre las ramas retorcidas Que aunque quisieran, no pueden tocar su cara.
Plateados rayos de luna juguetean Entre los pliegues de seda de su falda, Y sus cabellos renegridos, como hilos de la noche, En vano tratan de ocultar su esbelta espalda.
Sus tibias manos acarician las retamas, Los aguijones de las zarzas, no la dañan, Y al suave toque de sus dedos, florecen rojos los enebros Y el bosque entero, se rinde bajo sus plantas.
Cuando anochece y el sol huye, no se adonde, Por la ventana de mi cuarto, ella se escapa, Y mientras yo quedo dormida, mi alma busca compañia Entre las silfides que por el bosque vagan.
M B.
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