ORGULLOSO SILENCIO
Algo le paraliza y es consciente de las lágrimas que se deslizan bajo su piel por temor a manifestarse en sus ojos; de la garganta que se comprime para ahogar un bramido de fuego, de los labios, sellados, que permanecen intactos, hechos de hielo. En la mirada ausente, tan sólo un destello hueco un nido de remotas ilusiones hecho jirones por la decepción. Podría decir muchas cosas, desea decirlas, pero cada palabra muere antes de conocer el sonido de su voz, que ahora permanece guardada en un cajón de porqués imposible de descifrar. De modo que ambos están mudos, quizás ya está todo dicho, quizás no queda nada... tan sólo restos de orgullo malherido por los rincones de la habitación. Le gustaría morder el silencio, ése que seguirá latiendo en sus sienes mientras desanda el camino, sumergida en esos pensamientos que no ha osado expresar. En la mesilla de noche, dos fotografías, dos testigos de una realidad que ya no existe, que desaparece al tocarla con los dedos. Y escondida entre las sábanas bajo el manto de la oscuridad, llorará, llorará, llorará... porque está sola, y ya no tiene que esforzarse en pintar la frialdad en su rostro. Ríos de angustia se deslizarán por sus mejillas, y derribarán la coraza de cartón que descansa sobre su pecho. El tiempo pasa de puntillas, - segundos, minutos, horas...- para no hacer ruido mientras ella hace garabatos en el aire con las frases que no dijo. Mientras tanto le volverán a visitar esos viejos recuerdos vestidos con su mejor disfraz; caprichosos, grandes, pequeños, infinitos. Los mismos que tantas y tantas veces le han hecho confiar en un espejismo. Quizás se agote el silencio, quizás vuelva a sonar el teléfono, rompiendo el entramado de cansadas conjeturas que no le dejan conciliar el sueño.
D/A
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