Pero, aunque muchos lo probaron sin éxito, deberíamos viajar en el tiempo y retroceder ocho siglos atrás para encontrar a un peculiar personaje que se propuso volar y durante un corto espacio de tiempo lo logró.
Su nombre era Eilmer (aunque en algunos documentos figura como Elmer o incluso Oliver), un monje benedictino adscrito a la Abadía de Malmesbury en Wiltshire (Inglaterra), estudioso de las matemáticas y la astrología. Le fascinaba la idea de poder volar, tal y como lo hicieron en la mitología Ícaro y Dédalo.
Siguiendo la estela de sus anhelos, ideó un prototipo de alas que, sujetas a sus brazos y piernas, le permitirían realizar el mismo movimiento que un ave.
Para ponerlo en práctica, Eilmer estudió cuidadosamente durante mucho tiempo las constantes del viento y presión atmosférica con el fin de realizar un vuelo perfecto. En el año 1010 dispuso todo para probar su proeza; sujetó las alas que había estado confeccionando a lo largo de los últimos años a sus brazos y piernas y desde la torre más alta de la abadía esperó para lanzarse en el momento más apropiado.
Y el momento llegó. El viento soplaba con una
El impacto le provocó importantes fracturas; la más grave, una rotura de ambas piernas, lo que obligó a Eilmer a guardar reposo durante un largo periodo de tiempo. Se entretuvo trabajando en un nuevo modelo de alas más perfeccionadas a las que le añadió una cola para controlar el viento y así evitar imprevistos precedentes. No obstante, y a pesar de su recuperación, la caída le dejó secuelas importantes en una de las piernas, teniendo que caminar ayudado por un bastón.
El relato de esta hazaña se ha podido saber a través de los siglos, gracias al libro "Anglorum Gesta Regum" que escribió, a finales del siglo XI, William de Malmesbury.
Fuente: www.eilmer.co.uk