Una de las muestras más inequívocas de la mala salud del mandato de Muamar el Gadafi es la toma de Bab Al-Aziziya (el fastuoso centro de operaciones desde el que el dictador dirigía Libia) por parte de los insurgentes que llevan todo el año intentando echarle del país. Prime ro, por lo simbólico del asunto: a Gadafi le encantaba usar su impresionante complejo para presumir del poder que ejercía sobre los suyos y de la inmunidad que la comunidad internacional le había concedido; segundo, porque el saqueo de su mansión por los rebeldes está revelando las bajezas más insospechadas de uno de los dictadores más excéntricos de la década.
Entre los tesoros descubiertos por las tropas rebeldes encontramos objetos extremadamente lujosos, como un sofá de oro engalanado con una sirena en el respaldo para su hija. También hay piezas exclusivas de su vestuario, en concreto un sombrero militar que se podría calificar, cuando menos, de ostentoso. Pero, sin duda, lo más sorprendente es un álbum de fotos lleno de retratos de la ex-secretaria de Estado del presidente Bush, Condoleezza Rice.
Llama la atención que Gadafi, acostumbrado a viajar con un séquito de amazonas presuntamente vírgenes, tuviera tal fijación por la diplomática más importante de Estados Unidos. No obstante, el dictador ya se retrató en una entrevista a la cadena Al-Jazeera de 2007: "Apoyo a mi querida mujer africana; admiro mucho la forma en la que se reclina y da órdenes a los líderses árabes... Leezza, Leezza, Leezza... (sic) La quiero mucho, la admiro; estoy orgulloso de ella, porque es una una mujer negra de orígenes africanos".
Lezza no es otra que la particular forma en la que Gadafi llamaba a Rice (el diminutivo que usan sus amigos de verdad es Condi). Ella misma tuvo la oportunidad de oírlo en persona cuando, en 2008, hizo una inaudita visita a Libia bajo el pretexto de que "Estados Unidos no tiene enemigos permanentes". Durante su estancia en Bab Al-Aziziya (la misma casa que 22 años antes había bombardeado el presidente Reagan), fue obsequiada con un anillo de diamantes, un laúd, un broche con la cara de Gadafi grabada y una copia de un libro escrito por Gadafi en el que explica la "Tercera Teoría Universal para una sociedad democrática" (consistente en darle al pueblo toda la soberanía para que éste le mantenga en su puesto y poder así culparlo de las crisis). En total, un regalo de 212.000 dólares.
A falta de que la propia Lezza comente esta fijación, una portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, afirmaba que no necesitaba "ver las fotos, pero que 'extraño' y 'perturbador' son buenos adjetivos para describir el comportamiento de Gadafi". Los disparos y enfrentamientos en las calles entre partidarios y opositores, así como la inseguridad del país entero dan fe de ello.