APRENDE A SER FELIZ
La primera cosa que tendríamos que enseñar a todo hombre , es que
los seres humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprendemos
a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nuestra
elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia,
y que no es cierto, como muchos piensan,
que la dicha pueda encontrarse
como se encuentra por la calle una moneda, o que pueda tocar como
una lotería, sino que es algo que se construye,
ladrillo a ladrillo, como una casa.
Habría también que enseñar que la felicidad nunca es completa
en este mundo, pero que aún así, hay razones más que suficientes
de alegría para llenar una vida de entusiasmo y que una de las claves
está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de
felicidad que poseemos por pasarse la vida
soñando o esperando la felicidad entera.
Sería también necesario decir que no hay «recetas» para la felicidad,
porque, en primer lugar, no hay una sola, sino muchas felicidades
y que cada hombre debe construir la suya, que puede ser muy diferente
de la de sus vecinos. Y porque, en segundo lugar, una de las claves para
ser felices está en descubrir «qué» clase de felicidad es la mía propia.
Añadir después que, aunque no haya recetas infalibles,
sí hay una serie de caminos por los que, con certeza,
se puede caminar hacia ella.
Adaptabilidad:
Comprende la naturaleza de las personas con quienes
has de estar en contacto.
Ajusta tu modo de ser y tu conducta hacia ellos de tal manera que
puedas agradarles. Soporta alegremente las excentricidades
de otros. Reacciona siempre de modo armonioso.
Servicio:
Sirve a todos, ama a todos. Siente que el Señor se encuentra
en todos y
cada uno de los seres humanos, y que Él es el ser de todos.
Humildad:
Respeta a todos. No eleves el tono de voz delante
de personas mayores.
Ve al Señor en todos y siente que eres su
servidor y por lo
tanto el servidor de todos. No consideres a nadie
inferior a ti.
Integridad:
Desarrolla una personalidad integral.
Recoge todos los cabos sueltos
de tu carácter. Hazte persona de elevados
principios morales.
Lleva una vida recta. Deja que emane de ti la dulce
fragancia de la rectitud.
Nobleza:
Huye de las bajezas de la mente como del veneno.
Nunca consideres
los defectos de otros. Aprecia sus buenas cualidades.
Nunca condesciendas
a los malos pensamientos, palabras y acciones.
Magnanimidad:
Considera a todas las cosas con mente abierta.
Ignora los defectos de otros. Sé noble y abierto
en cuanto hagas.
Evita las charlas inútiles y el chisme.
No dejes que tu mente permanezca en cosas pequeñas.
Caridad:
Da. Irradia tus pensamientos de amor y de buena voluntad.
Perdona a tu prójimo. Bendice al hombre que te injuria.
Comparte lo que tienes con todos. Difunde
el conocimiento espiritual.
Utiliza los bienes materiales, el conocimiento y la sabiduría
espiritual que posees como un don divino que te ha confiado
el Señor para que lo distribuyas entre sus hijos.
Generosidad:
Sé liberal cuando des. Ten un corazón amplio.
No seas miserable. Deléitate con las alegrías de otros
y en hacer felices a otros. La generosidad es una virtud
hermana de la caridad. Es la culminación de la caridad,
la magnanimidad y la nobleza.
Pureza:
Sé puro de corazón. Elimina la lujuria, la cólera,
la avaricia y otras malas cualidades. Sé puro en
tus pensamientos. No dejes que entren en tu mente
malos pensamientos. Piensa siempre
en Dios. Piensa en el bienestar de todos.
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