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No me dejes, amor, en la añoranza...
No me dejes, amor, en la añoranza. Dame, por fin, seguro y alto vuelo. Desarráigame, fíjame. Recelo que aquí no lograré paz ni bonanza.
Mi sed inextinguible se abalanza y busca un ancho río, paralelo de un mísero y exhausto riachuelo. ¡Amor! Sacia mi sed; dame pujanza
para volcarte en molde sin orillas. ¿Por qué, por qué te ciñes y encastillas cuando posees fuerza de coloso?
Quisiera derramar esta ternura, que rebasa mi pecho, en la mesura de un pecho inmensamente generoso.
Ana Inés Bonnín
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