Poemas de amor,
de soledad, de esperanza
- A ti, que ayer me susurrabas cosas
tan inéditas que me aparecías revistiendo de púrpura el idioma,
te devuelvo en palabras luminosas lo mejor de mis noches y mis días, que aún arrastran la estela de tu aroma.
Brevería Nº 1236
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Me resbalan los años, y los dejo pasar, indiferente. No tienen marcha atrás, ni son semilla que pudiera sembrarse y recogerse como espigas de trigo en el verano, aunque maduros se los llame, o verdes. ¿Aceleran su ritmo cuando sus cifras crecen, o nos vamos tal vez haciendo lentos, y ellos siguen su marcha, contundentes? En uno u otro caso, nos llevan a la muerte. ¿Y qué, si nos dominan, y si al final son ellos los que vencen? Morir sólo es derrota para quienes se aferran, insistentes, a lo poco que tienen, o a lo mucho, y en perpetua vigilia apenas duermen. Morir no es más que el salto en el vacío, se abra el paracaídas o se quede cabalmente doblado a nuestra espalda; y es el día también que no amanece. Pero no lo veremos; sucederá, como la luz sucede, estén o no cerrados nuestros ojos, y nadie al lado habrá que nos lo cuente. ¿A qué fin preocuparse de si los años vienen rodando cuesta abajo? Dejémoslos que rueden. No está en nuestro poder frenar su ritmo, y cuando llegue el último, que llegue. Nunca sabremos que nos ha tocado, porque en la vida, sin saber, se muere.
Los Angeles, 5 de agosto de 2011
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