Sergio era un niño de 8 años, algo travieso y sobretodo, un niño al que le gustaba mucho jugar con sus juguetes. Sergio era un niño bueno y siempre sacaba muy buenas notas en el colegio.
Es por eso, que estas navidades, los reyes magos habían venido cargados de muchos juguetes para Sergio, pues en la carta que les envió, les contaba que había sacado muy buenas notas, y que por eso les pedía más juguetes que las navidades anteriores, en las que las notas fueron más bajas.
Entre todos los regalos que le habían traído los reyes magos a Sergio, se encontraba una pizarra mágica que acababa de salir nueva, en la que podía escribir o dibujar, y que al agitarla se borraba todo. Sin duda, era el regalo de navidad que más le había gustado, pues se pasaba horas y horas pintando.
A la vuelta de vacaciones, Sergio decidió llevarse la pizarra mágica al colegio para enseñársela a los compañeros de clase. Álvaro, el niño más travieso de la clase, le quitó la pizarra a Sergio, y le hizo de rabiar durante todo el recreo.
“¡Álvaro dame mi pizarra“, le gritaba enfadado Sergio. Pero Álvaro le sacaba una cabeza a Sergio, así que se aprovechaba de ser más alto, para alzar la pizarra y que Sergio no la pudiese coger.
“Venga Sergio, salta a por la pizarra“, le decía Álvaro burlándose de él.
“¡No me borres mis dibujos!“, gritaba Sergio una y otra vez.
En aquel momento, Sergio, decidió ir a buscar a un profesor para contarle lo que estaba sucediendo. Así que se dirigió al profesor y le dijo: “Profe, profe, Álvaro me ha quitado mi juguete y no me lo quiere dar “. El profesor fue junto con Sergio, hacia donde se encontraba Álvaro, para que le devolviera su pizarra mágica.
“Álvaro, devuélvele ahora mismo a Sergio su juguete“, le dijo el profesor con voz firme y cara de pocos amigos.
Así fue como, Sergio volvió a tener el juguete que tanto quería, su pizarra magica que le habían regalado los reyes magos. Y a Álvaro, por haber sido un niño travieso, el profesor le castigó sin recreo durante una semana y le mandó muchos deberes para casa.
Fue así como Álvaro, aprendió que no ser un buen compañero con los niños de su clase, le había causado problemas, así que a partir de ahí nunca más volvió a hacer de rabiar a ningún niño.
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