“Hagan todo lo que Él les diga”
Los pasos del milagro de Jesús son llamativos.
Los mozos de la fiesta recibieron la recomendación de María que debían cumplir con lo que Jesús les dijera.
Lejos estoy de hacer una reflexión religiosa predecible.
Pero... ¡qué mal estamos cuando obedecer a Dios es algo a lo que hemos dejado de prestar atención!
No habrá vino otra vez si no hacemos lo que Él nos manda.
Aún nos equivocamos cuando creemos que obedecer a Dios se reduce a una asistencia religiosa,
una oración fría, o a una limosna sin corazón.
Eso también es reducir un banquete a un vaso de agua.
Obedecer a Dios comienza abriendo el corazón y los oídos del alma.
Fingir religión es insípido.
Creo que hemos visto bastante de eso.
Jesús está parado a tu lado y tan sólo la obediencia a su voz nos distancia de la nostalgia del vino que nunca debió terminarse.
Se acerca a los mozos y les dice “llenen estas tinajas con agua”.
El pedido parece tan insípido como la situación.
Pero lo cierto es que cuando perdemos el vino en la vida,
no nos queda otra posibilidad que trabajar con lo que tenemos, con lo que nos queda: agua.
Le dirás a un ser querido cuánto lo amás y sin duda no te creerá.
Cumplirás tu tarea con responsabilidad y orden,
pero lejos de ganar confianza te dirán con desprecio: algo se trae detrás...
Eso es trabajar con agua. Como una odisea sin sentido.
Pedir perdón diciendo nunca más y recibir la respuesta vamos a ver cuánto dura.
Los mozos obedecen, pero cada vez que se agachan por más agua dicen por dentro
¿qué estamos haciendo?, necesitamos vino no agua.
Pero al ver a Jesús tan seguro, deciden seguir adelante y llenarlas hasta el borde.
Así se recupera el vino. Llenando la tinaja del amor con agua, hasta el borde.
Así se perdona, y así se recupera la confianza en una relación estropeada.
Agua es lo que tenemos,
con eso trabajamos, esforzándonos vez tras vez, aunque nos sintamos ridículos.
Cuando los jóvenes terminaron su tarea,
Jesús les dijo “saquen un poco y háganselo probar al encargado del servicio”.
Cuando éste probó el agua convertida en vino se dio cuenta de que hasta ese momento nunca había probado algo tan excelente.
Dedico tiempo a estas líneas porque sé que en tu vida todavía no se ha probado el mejor vino.
Obedecer y llenar tinajas con agua es el reto para recuperar la fragancia,
el color y el sabor de la vida.
¡Pequeño regalo de Navidad! Si Jesús está invitado a tu fiesta, puede haber cambios increíbles.
Sigo creyendo que Él transforma el agua en vino.
(*) Presidente del Consejo de Pastores Evangélicos de Santa Fe