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Hoy celebramos el Bautismo del Señor con lo que termina el tiempo de la Navidad y Epifanía y se marca también el inicio de la vida pública de Jesús.
Jesús, siendo Dios, asume nuestra condición humana y va en busca de Juan, para recibir el bautismo de perdón que él realiza en las aguas del Jordán. Y a través de esa acción nos abre a nosotros la posibilidad de asumir su condición divina.
Juan, la voz que clama en el desierto, llama a la conversión. Él conoce su misión, sabe que es sólo el precursor y que su bautismo es de agua, como signo de purificación y penitencia. Mucho menor al bautismo que luego instituirá Jesús al final de su vida pública, poco antes de su Ascensión, y que es un bautismo en el Espíritu que nos otorga a todos los bautizados, la condición de sacerdote, profeta y rey para que vayamos al mundo a proclamar Su Palabra y a continuar Su obra de amor y liberación. Tal debe ser el sentido de compromiso que el Bautismo imprime en todos nosotros.