Hay un viejo chiste sobre un hombre que está retardado para llegar a la firma de un contrato importante y le pide a Dios un lugar dónde estacionar, con la promesa de que compartiría la mitad de su ganancia con Dios. De pronto, se desocupa un lugar y el hombre le dice a Dios: “No te preocupes. Encontré un puesto”.
No hay coincidencias en la vida. Está consciente de los constantes mensajes y mensajeros de Dios.