Los científicos afirman que el mejor aprendizaje es el que se adquiere en la infancia, pero no niegan que sea imposible aprender algo nuevo a cualquier otra edad. De hecho estamos siempre aprendiendo algo, ya que no podríamos vivir en una sociedad si no lo hiciéramos.
Claro que el aprendizaje adquirido en la infancia se logra con mayor facilidad y no es igual al aprendizaje que logran los adultos mayores, pero éstos tienen una ventaja que los favorece, la mayor motivación para aprender.
Juanita, que vive en El Salvador, tiene 81 años y gracias al plan de alfabetización de la Organización no gubernamental intervenida del municipio salvadoreño de San Pedro de Nonualco; decidió matricularse para aprender a leer y escribir, después de haber vencido todos sus prejuicios y temores.
De niña casi no tuvo la oportunidad de ir a la escuela; solamente dos de sus ocho hermanos pudieron acceder siendo niños a recibir una educación formal, porque su padre era alcohólico y todos debían ayudar para mantener la casa.
Juana estaba convencida que no podría aprender debido a su edad avanzada y además temía que se burlaran de ella; pero lo hizo y ahora, cuando va al banco, está orgullosa de poder firmar como lo hacen los demás y de no tener la necesidad de pedir ayuda para hacer otros trámites.
Recuerda su breve experiencia en la escuela primaria, lo mucho que le costaba memorizar y ahora le parece imposible poder hacerlo.
Lo que le entusiasma a Juana es aprender cosas nuevas, porque eso es lo que la ayuda a tener una ilusión para seguir viviendo.
Actualmente está cursando el tercer nivel de educación para adultos, donde aprende a contar, a hacer cuentas, a elaborar pan y pasteles y a bordar.
Hace tres años que Juanita es feliz con este proyecto y se siente orgullosa de los conocimientos que adquirió durante todo ese tiempo.
Esta persona es un ejemplo viviente de que la edad no es un obstáculo cuando existe una motivación firme.
Pero eso no es todo, porque ni bien comenzó a estudiar, pudo contagiar su entusiasmo a sus dos hijas Ana y Angélica, que tienen 57 y 45 años respectivamente, quienes aceptaron el desafío, ya que debido a la precaria situación económica de la familia, mientras fueron chicos, de los doce hermanos solamente los varones pudieron ir a la escuela.
De esta forma también Ana y Angélica aprendieron a leer y a escribir. Al principio sólo acompañaban a su madre a los grupos de lectura pero luego quisieron tener la misma oportunidad y esperaban con impaciencia la hora de ir a clase.
Estas tres mujeres trabajan como vendedoras y ahora se sienten más seguras cuando realizan sus transacciones, es más difícil que las engañen, pueden calcular sus costos y enterarse de los valores de mercado sin tener que depender de nadie.
Juana tiene algunos problemas en la vista, sin embargo para ella esto no es un motivo para perder el entusiasmo y está planeando comprarse unos lentes nuevos.
Es evidente que las mujeres, si tienen una oportunidad, son capaces de trascender cualquier condición: pobreza extrema, la responsabilidad de tener hijos pequeños con padres ausentes, limitaciones físicas, falta de educación etc.
Cuando muchos piensan que a su edad todo se termina resulta que todavía existen cosas que pueden empezar, no solamente para desenvolverse mejor en la vida, sino para crecer, evolucionar y sentir entusiasmo por la vida, que tiene siempre algo que ofrecer, sin excepción a todos. Sólo se requiere saber mirar y atreverse a enfrentar el desafío sin miedo.
La actitud de Juanita, no solamente la benefició a ella, también influyó en su ambiente cuando dos de sus hijas respondieron al estímulo que significó su ejemplo.
Las personas extraordinarias no son solamente poco comunes por hacer lo que otros no hacen, sino por convertirse en inspiraciones para aquellos que necesitan que alguien los motive para despertar y tomar conciencia de sus posibilidades.