Si abres una puerta, puedes o no entrar a una sala. Puedes o no, entrar y quedarte observando la vida. Pero si vences la duda, el miedo, y entras, das un gran paso: En esta sala se vive.
También hay un precio… son innumerables puertas las que descubres. El gran secreto es saber cuándo y cuál puerta debemos abrir. La vida no es rigurosa, ella propicia errores y aciertos. Los errores pueden ser transformados en aciertos cuando con ellos se aprende.
No hay seguridad en el error eterno. La vida es generosa. En cada sala que uno entra, descubre tantas otras puertas. La vida enriquece y ennoblece a la persona que se arriesga a abrir nuevas puertas, a mirar nuevos horizontes. La vida privilegia a quien descubre sus secretos.
Pero la vida también puede ser dura y severa. Si no traspasas la puerta, tendrás siempre la misma puerta delante. Es la repetición ante la creación, es la monotonía monocromática ante la multiplicidad de los colores, el estancamiento de la vida…
Para la vida, las puertas no son obstáculos sino, diferentes pasajes. Es importante el poder atreverse a pasar por la puerta de lo desconocido, no sabremos que nos traerá, pero seguro será bueno y mejor…
Ana Lucía Santana
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