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General: equivocarse
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De: alicia32 (Mensaje original) |
Enviado: 02/04/2012 13:08 |
Cuánto nos cuesta poner en práctica aquello que queremos mejorar! Pero las “meteduras de pata” forman parte de nuestro despertar, amémoslas.
Nos hemos acostumbrado, por la educación recibida, a querer cambiar lo que no nos gusta de nosotros mismos, con escasos resultados para nuestro deseo, pero resulta que la actitud de comprensión y cariño con nuestros fallos nos ayuda a relajarnos y, paradójicamente, a suavizar los defectos.
Podemos enfrascarnos en una discusión, atropellarnos con las palabras y decir lo que no sentimos realmente sino como producto de la frustración y el desencanto. Y, curiosamente, cuanto más nos esforzamos por no enfadarnos, por razonar lo absurdo de la situación, más acabamos metidos en ella…hasta las cejas.
He acabado por comprender que no hay mejor actitud que la de dejarse sentir como uno esté, enfadado o molesto, porque por más que una se empeñe en evitar el malestar, es lo que toca vivir en este momento; por algo será, vamos.
Y creo que esa riña que mantuvimos con nuestra amiga, por ej., nos sirve para mucho más que para “calentarnos”, nos sirve para darnos cuenta si esperamos que el otro nos solucione “la papeleta” o si vamos de víctimas, pobrecitas nosotras, que tenemos estos defectos.
Incluso es positivo ver con cariño aquellos malentendidos que nos hicieron pasar un mal rato. Gracias a ellos pudimos tomar conciencia de que no estamos tan seguros de nosotros como creíamos o que nos sigue importando “el qué dirán”. Benditos “rifi-rafes” que nos hacen poner los pies en tierra.
Acoger -¿os acordáis de la palabra?- lo que no me gusta de mí mismo también supone vivir como se pueda el malestar, sabiendo que cuando deje reposar y sentir las cosas, todo aquello me habrá servido para algo. Quizás, la autocomplacencia de creerme medianamente equilibrado necesitaba “irse al traste” para poder aprender del conflicto y crecer como persona.
Son los conflictos los que nos sitúan donde realmente estamos, no donde nos gustaría estar. Y, si bien no hay que buscarlos ni acostumbrarse a vivir desde ellos, nos ofrecen una ayuda inestimable para conocernos a nosotros mismos.
Amemos con ternura nuestras equivocaciones porque, gracias a ellas, aprendemos una nueva manera de sentirnos y hacer las cosas, aprendemos a separar el grano de la paja y, sobre todo, a quedarnos con lo realmente importante, que siempre es lo más sencillo: el cariño que queda.
Con un beso |
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