El Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario.
La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.
Los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia él la mirada.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.
Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.
Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre,
Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate á ti mismo.
Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate á ti mismo y á nosotros.
Y respondiendo el otro, reprendióle, diciendo: ¿Ni aun tú temes á Dios, estando en la misma condenación?
Y nosotros, á la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos: mas éste ningún mal hizo.
Y dijo á Jesús: Acuérdate de mí cuando vinieres á tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Y cuando era como la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona.
Y el sol se obscureció: y el velo del templo se rompió por medio.
Entonces Jesús, clamando á gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, espiró.
Y como el centurión vió lo que había acontecido, dió gloria á Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
Y toda la multitud de los que estaban presentes á este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían hiriendo sus pechos.
Mas todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo, (El cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual también esperaba el reino de Dios;
Este llegó á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
Y quitado, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto.
Que en este Viernes Santo y siempre tengamos claro que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros. “Te adoramos oh Cristo, y te bendecimos; porque con tu santa Cruz, redimiste el mundo”.
Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo;
la tierra tembló, las rocas se rajaron,
las tumbas se abrieron
y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Mt. 15, 37
Cuando la Iglesia, durante la semana santa, nos lee el relato de la pasión lo interrumpe en este lugar para adorar en silencio. Como ella, prosternémomnos; adoremos a ese crucificado que acaba de entregar su último suspiro; es verdaderamente el hijo de Dios: Deus verus de Deo vero. – Tomemos parte, especialmente, el Viernes santo, en la adoración solemne de la Cruz que debe, en el espíritu de la Iglesia, reparar los ultrajes sin número cuya divina víctima fue abatido por sus enemigos en el Gólgota. Durante esta emocionante ceremonia, la Iglesia pone sobre los labios del Salvador inocente emocionantes apóstrofes; se aplican completamente al pueblo deicida; podemos escucharlos en un sentido absolutamente espiritual: harán nacer en nuestra alma vivos sentimientos de conpunción: “Oh mi pueblo, qué te hice y en qué te he contristado?
Respóndeme. ¿Qué he debido por ti que no haya hecho? Te planté como la más bellas de mis viñas, y no tienes por mí más que excesiva amargura; porque en mi sed, me diste vinagre a beber, y traspasaste con la lanza el costado de tu Salvador… golpeé, por causa tuya, a Egipto con sus primogénitos, y me tú me has flagelado… Para sacarte de Egipto, sumergí al Faraón en el mar Rojo, y tú me entregaste a los príncipes de los sacerdotes… Te abrí un pasaje en medio de las olas, y tú me abrioste el costado con la lanza… Marché delante de ti como una columna luminosa, y tú, me condujiste al pretorio de Pilatos… Te nutrí con el maná del desierto, y tú me mataste a bofetadas y golpes… Te di un cetro real, y tú pusiste sobre mi cabeza una corona de espinas… Te elevé sobre las naciones desplegando inmenso poder, “¡y tú me clavaste al patíbulo de la cruz”!
Antes que a reflexionar, hoy se nos invita a contemplar. A adorar y dar gracias porque alguien se ha decidido a amar totalmente. A adorar y dar gracias porque Dios ha querido asumir la historia humana totalmente para convertirla en historia divina, en historia de salvación.
Dejemos tocar nuestros corazones por estas quejas de un Dios sufriente por los hombres; unámonos a esta obediencia plena de amor que lo condujo a la inmolación de la cruz: Factus obediens usque ad mortem, mortem, autem crucis. Digámosle: “Oh divino Salvador, que has sufrido por nuestro amor, prometemos hacer lo imposible por no pecar; has mediante tu gracia Oh maestro adorable, que muramos a todo lo que es pecado, inclinación al pecado, a la criatura, que no vivamos sino por ti” Porque “el amor que Cristo nos mostró muriendo por nosotros, dice San Pablo, nos exhorta para que aquellos que viven no vivan más para ellos mismos sino para Aquél que murió por ellos”: Ut et qui vivunt, jam non sibi vivant, sed ei qui pro ipsis mortuus est.