El aprendizaje transforma el cerebro, afectando no solamente a la sustancia gris (neuronas); que es la que procesa la información, sino también a la sustancia blanca (fibras nerviosas), que tiene la tarea de transmitir esa información a todas las áreas del cerebro.
Los científicos conocen desde hace mucho tiempo la facultad que tienen las neuronas de modificarse con el aprendizaje y continúan investigando sobre el grado de adaptabilidad de la sustancia blanca.
Los estudios realizados indican que la sustancia blanca también tiene plasticidad como las neuronas, lo que permite que durante el aprendizaje mejore el proceso de transmisión de información.
Para aprender y dominar actividades motoras o cognitivas, es necesario la práctica intensiva, pero todavía no se sabe cómo es que se modifica el cerebro con el aprendizaje; si las neuronas se adaptan o si se forman nuevas unidades para procesar la información.
Las neuronas, que ocupan la corteza, o sea la parte más externa del encéfalo, pueden transmitir a través de su axón, las señales que reciben de otras células nerviosas; estos axones son conductores nerviosos que permiten conectar distintas partes del cerebro, incluso las más alejadas entre sí.
La mielina es una sustancia grasa que recubre los axones y cuya función es acelerar la transmisión de señales, haciéndola casi instantánea; cuanto más gruesa sea esta capa mejor y más rápida será la transmisión de la comunicación entre las neuronas.
La sustancia blanca, cubierta de mielina, es la responsable de la transferencia de la información; y las neuronas son las que procesan esta información.
Sin embargo, los resultados también pueden indicar que los factores genéticos pueden ser los que determinan el mayor volumen de materia blanca en algunas áreas cerebrales y favorecer por ejemplo, una mayor facilidad para tocar el piano.
No obstante, se desconoce lo que ocurre a nivel celular y es probable que puedan ser otras las causas de la modificación de la sustancia blanca.
En el Instituto del Cerebro Riken, el equipo de Sayake Hihara, en Wako, halló que el entrenamiento intensivo en monos podía generar nuevas conexiones nerviosas adicionales en áreas relacionadas con el manejo de herramientas; y lo mismo podría ocurrir en humanos.
Surge la pregunta de si la plasticidad de la sustancia blanca también se opera en personas mayores.
La sustancia blanca que recubre los axones, también puede verse afectada debido a enfermedades como la esclerosis múltiple, en la que el propio sistema inmunitario es el que ataca a la mielina pudiendo provocar la interrupción de las señales nerviosas y afectando el nervio óptico y la médula espinal.
La alteración de la materia blanca puede provocar otros trastornos cerebrales como retraso mental y psicomotriz y también podría ser el origen de enfermedades como la esquizofrenia y el autismo.
En la Clínica Universitaria de Hamburgo-Eppendorf, se realizó un experimento en 2008, con sujetos entre 50 y 67 años, en el que se comprobó que la práctica del malabarismo provocaba un aumento de la materia gris.
Falta saber si el cerebro de una persona de edad avanzada, con algún deterioro, puede mostrar modificaciones de la sustancia blanca con el entrenamiento.
Si esto fuera cierto, sería posible tratar la destrucción o degeneración de las conexiones nerviosas con entrenamiento. Sin embargo, aunque las estructuras cerebrales se degeneran con la edad, esto no quiere decir que tengan que disminuir las capacidades cognitivas en todas las personas por igual.
Cuando el rendimiento de ciertas zonas cerebrales declina con los años, otras regiones se encargan de potenciar su actividad y de compensar el deterioro, o sea que el encéfalo puede neutralizar las variaciones producidas por el envejecimiento.
Los seres humanos cuentan con cien mil millones de neuronas y las fibras nerviosas que transmiten su información tienen una longitud equivalente a más de quince veces la distancia alrededor de la tierra a la altura del Ecuador; pero las neuronas no están conectadas entre ellas en forma fija como ocurre en un ordenador.
Fuente: “Mente y Cerebro”; “El aprendizaje transforma el cerebro”; Jan Scholz y Miriam Klein