Saber por qué fracasamos cuando hacemos una dieta puede ayudarnos a darnos cuenta de cuáles son las dificultades que tenemos para que un programa de descenso de peso no tenga el resultado esperado.

Una dieta fracasa por distintos motivos; uno de ellos puede relacionarse con la dieta en sí misma, o sea que puede ser demasiado estricta o poco variada.

Dejar pasar mucho tiempo entre comidas no es aconsejable, lo mismo que no poder darse nunca un gusto, o haber elegido una dieta poco adecuada a la etapa de la vida que estamos atravesando.

El descenso ideal es perder de medio a un kilo por semana, porque bajar menos desalienta y más puede exigir demasiado esfuerzo y se puede correr el riesgo de abandonarla.

Otro motivo del fracaso de una dieta se relaciona con la actividad física que es fundamental en el tratamiento para adelgazar; porque bajar de peso implica no sólo hacer una dieta sino también cambiar de estilo de vida agregándole más movimiento en forma regular, por lo menos cinco veces por semana.

La actividad física no sólo sirve para quemar grasas sino también para cambiar de actitud frente al propio cuerpo, reconciliarse con él, y comenzar a apreciarlo al sentirnos capaces de poder utilizarlo para hacer lo que queremos.

Un motivo interno que puede hacer fracasar una dieta es el estado de ánimo. Si estamos depresivos, enojados, ansiosos, aburridos, nos sentimos solos y tendemos a ser perfeccionistas, será muy difícil mantenernos firmes en el cumplimiento de cualquier propósito y con mayor razón una dieta.

Otras de las fallas internas es hacer alarde del propio control exponiéndose a tentaciones gastronómicas difíciles de vencer, y también sentirse víctima y perder la posibilidad de obtener contención.

En cuanto a la relación con los demás, muchos proyectan sus propios fracasos afuera, pensando que lo boicotean, lo obligan a comer de más, que es el mundo el que está en su contra y no se sienten responsables de lo que les ocurre, sin embargo, las dietas no funcionan cuando no se tiene fuerza de voluntad ni disciplina, cuando se toman malas decisiones o cuando se pierde la paciencia.

Existen también motivos genéticos en la obesidad, por lo general se puede observar que hay familias cuyos miembros están todos excedidos de peso debido a factores hereditarios y también a malos hábitos alimenticios.

Hay personas que atribuyen su descontento a su mala suerte, a su condición en la vida, a su falta de oportunidades, sin darse cuenta que esa forma de pensar lo llevará a no realizar nunca intentos de ninguna clase, ya que creen que todos los obstáculos son externos y no dependen de ellas.

La vida es un eterno aprendizaje y en general las personas que tienen éxito en las dietas son las que tienen una actitud positiva, confían en sí mismas y aprenden de las experiencias.

Una larga cadena de frustraciones puede hacer que una persona aprenda a gratificarse con la comida y vaya abandonando otros valores y otros placeres de la vida, se aísle y se sienta deprimida.

Cuando estamos con una actitud negativa y nos pasamos la vida quejándonos, es probable que nos vayamos quedando solos y disminuya la contención que pueden darnos nuestros familiares o amigos.

Cuando la dieta no da resultado hay una técnica que nunca falla que es llevar el registro de todo lo que comemos en el día. Nos sorprenderá darnos cuenta de lo poco que registramos cuando comemos.

También es importante tomar nota de cómo nos sentíamos anímicamente con cada ingesta para detectar cuál es el estado de ánimo que interfiere en la alimentación. Lo más cómodo es dibujar una carita con el gesto correspondiente.

Podemos ser la persona que queremos ser y tener el peso que anhelamos, adecuado a nuestra edad y estructura física; todo depende de nosotros; y la forma de encararlo es tomar el control de lo que comemos y no permitir que la comida se adueñe de nosotros.

Fuente: “La nueva guía Cormillot de la salud”; “Por qué fracasan algunas dietas”.



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