Pide al Señor, de todo corazón, anhelar la santidad
A lo largo de los siglos, han sido miles los hombres y las mujeres que, como San Ignacio de Loyola, se decidieron a seguir las inspiraciones de Dios y a cumplir su voluntad con amor y alegría.
Dios aceptó el deseo que seguramente su mismo Espíritu había sembrado en ellos, y no dejó de ayudarlos para que esos deseos de santidad se fuesen concretando.
Y tú, ¿tienes deseos de ser santo o santa?
La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer las actividades cotidianas que el Señor te pide, poniendo en ello los ingredientes de fe, esperanza, amor, perdón y buen humor.
Si tienes grandes deseos de santidad, no importa que nunca te canonicen, lo importante es que le permitas a Jesús realizar en ti la obra de la transformación, la cual no sólo será de bendición para ti, sino también para toda la Iglesia y para el mundo entero.