La mar debe ser mujer, pues luce enaguas de encaje, danzando hasta amanecer, las mueve en sones de oleaje.
Nada es igual a su piel, cristal fino y azogado, del buen sol con su pincel que de escamas le han orlado.
Sus músculos son las olas, la osamenta es de coral, tiene voz de caracola, perfumada en ostra y sal.
Su esencia salobre tiene, los secretos que dan vida, y ese milagro retiene, en su matriz siempre henchida.
Se recuesta en las arenas, y se aleja a meditar; duerme arrullada y serena, para luego amamantar.
La mar es una mujer, llena sus noches de luna, en cíclico acontecer, ¡más hermosa que ninguna!
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