Alabado sea Jesucristo…
El evangelio de Juan ha conservado el recuerdo de una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús. Apenas tenemos algunos datos. Sólo se nos dice que a los discípulos les resulta duro el modo de hablar de Jesús. Probablemente les parece excesiva la adhesión que reclama de ellos. En un determinado momento, "muchos discípulos suyos se echaron atrás". Ya no caminaban con Él.
Por primera vez experimenta Jesús que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira sino que se reafirma más: "Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de ustedes no creen". Sus palabras parecen duras pero transmiten vida, hacen vivir pues contienen el Espíritu de Dios.
Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: "¿También ustedes quieren marcharse?". No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no tienen que ser siervos sino amigos. Si quieren, puede volver a sus casas. Él los deja libres.
Una vez más Pedro responde en nombre de todos: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna". Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede todavía hoy ayudar a quienes, con fe vacilante, se plantean prescindir de toda fe.
José Antonio Pagola