Alabado sea Jesucristo…
En el día de ayer hemos celebrado la festividad de la Asunción de la Santísima Virgen. Pensemos que Jesús resucitado ascendió al cielo por su propia fuerza divina. La Virgen –en cambio–, que estuvo asociada a la misión salvadora de Jesús desde el primer momento, fue elevada en cuerpo y alma a los cielos por la potencia de Dios. Así pues, María Asunta (= llevada) a la Gloria, es garantía de consuelo y esperanza del pueblo que peregrina en la tierra.
Junto a ella, creemos en Cristo; con su ayuda procuramos vivir por y para Él; con ella confiamos participar de la gloria eterna.