Alabado sea Jesucristo…
Como bien lo ha dicho el Señor en el Evangelio, cuando oramos debemos creer en el fondo de nuestro corazón que ya hemos obtenido lo que pedimos, y entonces lo obtendremos. La Virgen nos dice que tengamos la seguridad de que somos escuchados por el Señor cuando oramos. Son las mismas palabras de Jesús, que nos dice también su Madre, porque Ella no puede decirnos cosas distintas de las que nos dice Jesús.
Hay que tener bien en cuenta que la oración no cambia a Dios, sino que nos cambia a nosotros, porque a través de la oración es que se reciben toda clase de gracias, no sólo espirituales sino también materiales, cuando esto no es obstáculo para la salvación.
Por eso no debemos dejar la oración, puesto que si ella nos fortalece, tenemos que echar mano de ella ya que somos débiles y pecadores.
Hagamos caso a María, que como Madre amorosa nos da sus consejos que, si seguimos al pie de la letra, seremos felices no sólo en el mundo venidero, sino también en esta vida, porque quien reza tiene el amparo de Dios, y no le puede suceder nada realmente malo