PARÁBOLA DEL BARRO QUE NO QUERIA ROMPERSE…
Era un trozo de barro, que no quería ser lo que era, porque muchas veces el barro rechaza su naturaleza para no sentirse frágil y mucho menos embarrarse de la miseria del otro, que en sí, posee su misma esencia…
Este barro, se negaba a ser moldeado, porque dejarse modelar por el Alfarero, implica, desacomodarse de todo aquello que no le exige esfuerzo; deformarse de los esquemas que se ha impuesto; transformarse, rompiéndose muchas veces, renunciando a todo lo que requiere adquirir otra forma, buscar su perfeccionamiento; y eso, exige de sí mismo, trabajo, constancia, docilidad, fidelidad… que significa, comprometerse a aceptar con humildad su fragilidad.
Cada vez que el Alfarero iba en busca de un trozo de barro, para hacer un cacharro nuevo, reparar alguno que se hubiese quebrado, y darle forma a otro que necesitara ser renovado; éste se apartaba, trataba de no rozar a otros barros, prefería quedarse echado en un lugar, donde no estuviera cerca del agua que podría ablandarlo y hacerlo experimentar la necesidad de ser moldeado; prefería aislarse para que nadie más lo rozara, ni llegar a sentir el calor del horno que tostaba las otras tinajas, porque simplemente lo que le importaba era descansar, pasarla bien, observar, no meterse con nadie y que nadie le fuera a molestar…
Ahí desde su lugar, veía como a cada instante, el Alfarero se dejaba untar da cada barro, amasando con sumo cuidado, algunos requerían más esfuerzo, otros eran más livianos, otros giraban sobre la rueda, se deslizaban entre los dedos del Dios artista que se gozaba ante la entrega y disponibilidad de quien se abandonaba confiado en sus manos para dejarse moldear.
Así pasó mucho tiempo, indiferente a lo que sucedía, simplemente a la hora del llamado, se escondía, evadía… observaba y criticaba lo que otros barros hacían, se reía de las grietas que algunas tinajas tenían, decía: para qué ser un vaso, si me sentiré vacío, nada podrá saciarme, requiere de mucho esfuerzo el llenarse y vaciarse… yo no soy como los otros barros, yo sería la tinaja más fina… Todo esto aunque al parecer le hacía gozar de comodidad, en el fondo de su ser, experimentaba frustración y soledad; no sabía para qué servía, ni que utilidad darle a la belleza de la que presumía, ser un simple trozo de barro, sin forma no tiene ningún sentido, nadie lo mira, no sabe para que ha existido ni para donde se dirigirán sus pasos…
Con todas estas reflexiones, quiso estar muy atento, para dejarse tomar, estaba dispuesto decirle a su Alfarero: Toma mi barro, rómpeme si es necesario y hazme de nuevo… Y así fue como Dios le observó y al querer tomarlo, sintió como se había endurecido aquel trozo viejo de barro, en cada movimiento se quebrantaba, dolía tanto el cambiar, creía muchas veces que no lo iba a lograr, pero para Dios no hay imposible y su Amor todo lo puede y lo transforma… es así como pudo experimentar lo que es sentirse amado por el Creador, El es el único que realmente sabe que es para nosotros lo mejor…
No dejemos que nuestro barro se endurezca y se quebrante por la indiferencia y pasividad… hay que estar en constante mejoramiento continuo, revisar cuales son las barreras que nos impiden ver mas allá; reconocer en la experiencia de desierto que en algún lugar, un oasis habrá…
KARY ROJAS
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