Alabado sea Jesucristo…
Hoy estamos regresando con “Pequeñas Semillitas” después de unos pocos días de ausencia y coincide este regreso con la celebración de San Vicente de Paul, un santo que consagró su vida y su apostolado a la misión de servir a los más pobres, para lo cual creó hogares, hospitales y centros de atención para dar contención física, material y espiritual a los más necesitados, siendo cofundador con Santa Luisa de Marillac de las Hermanas de la Caridad, a la vez que fue la figura inspiradora de la Sociedad San Vicente de Paul y las Conferencias Vicentinas, creadas en el siglo XIX por el Beato Federico Ozanám.
La dulce entrega es una actitud de mente y de corazón, una actitud de aceptación de bendiciones y de donación a los demás. Cuando nos brindamos al prójimo ponemos todo en las manos de Dios, en un acto por el cual llegamos a conocer la verdadera serenidad interior. Y todo lo que ponemos en manos de Dios es atendido y sanado por Él. ¡Qué alivio, saber que Dios es nuestra fuerza y nuestra convicción! ¡Qué hermoso es poder reconocerlo en el rostro de nuestros hermanos más pobres, más enfermos, más necesitados…!
Como Vicente de Paul, como Luisa de Marillac, como Federico Ozanám, hagamos que los pobres sean nuestro mayor dolor y en ellos transformemos en vida la Palabra de Dios. En dulce entrega, pongamos todo en manos de Dios atendiendo las necesidades de nuestros hermanos más afligidos…