Alabado sea Jesucristo…
Volviendo sobre el Evangelio de ayer, analicemos este comentario tomado de la hojita “El domingo”:
¿Nos acosa la tentación de sentirnos “únicos” y “privilegiados”? ¿Tenemos la tendencia a mirar con cierta “soberbia” a quienes no pertenecen a nuestro grupo, nuestro movimiento, nuestra Iglesia? ¿Decimos como los apóstoles no es de los nuestros?
Jesús nos enseña que el Evangelio no es propiedad de nadie, que nadie tiene el monopolio de Dios y sus dones. Dios es libre y Padre de todos los hombres, pueblos y culturas.
Debemos apreciar y sentirnos orgullosos de los valores de nuestra Iglesia Católica, de nuestro movimiento o de nuestra corriente espiritual, pero respetando y valorando a quienes buscan a Dios y hacen el bien por caminos distintos a los nuestros.