Alabado sea Jesucristo…
Desde diferentes puntos de vista podemos reconocer el valor de la inclusión, la universalidad y la tolerancia. No se trata de abaratar la gracia, ni de aminorar las exigencias evangélicas. En todo caso, esa decisión corresponde exclusivamente a Dios y a nadie más.
Para comprenderlo es necesario apreciar los rasgos constitutivos que vivió el Señor Jesús. Como profeta de la compasión, defensor de los últimos, amigo de las mujeres, Él no podía excluir ni despreciar a nadie.
Todos los israelitas de buena voluntad que mostraran un genuino interés por acoger el designio de Dios y hacerlo realidad, dando un tratamiento amoroso y digno hacia los más pequeños estaban dentro del camino del Reino.
A nuestra comunidad eclesial le está resultando difícil actualizar el rostro compasivo de Jesús en este momento histórico. Hace falta discernir con más apertura y fidelidad.
"La verdad católica"